Diario de León

DESDE LA CORTE

Unidad de florentinos en lo universal

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FERNANDO ÓNEGA
León

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NO OS engañéis: Madrid nunca entenderá la amarga queja de Galicia por el expolio de Fenosa. No la puede entender quien se opuso a la opa de Gas Natural porque le quitaba a Madrid la sede de Endesa y se podía llevar sus impuestos a Cataluña. Aunque fue un lapsus, lo dijo Esperanza Aguirre: se llevan una gran empresa española (Endesa) fuera del territorio nacional (a Cataluña). Otros dirigentes no sufren esa traición del subconsciente, pero lo piensan. Para ellos, la identidad nacional tiene cara de euro: depende del lugar donde se cobran los impuestos. Y eso se descubre en cuanto se araña un poco en el pensar de políticos madrileños, de toda la cohorte de políticos estatales que todavía entienden la Nación como algo que gira en torno a Madrid, y de empresarios con alto sentido de la pluralidad de España: una nación rica en variedades gastronómicas. Con lo cual, soy pesimista ante el éxito externo del estado de opinión gallego sobre la necesidad de galleguizar Fenosa. Cuando ACS ganó por la mano a los inversores gallegos la compra de las acciones del Santander, se oyeron los descorches de champán en bastantes despachos y medios informativos. ¡Qué alivio! ¡Qué respiro en la fiebre nacionalista que nos invade! Era como si se derrotara por vía financiera al galleguismo: el gran Florentino Pérez garantiza la españolidad de las inversiones y, con ella, la españolidad de las tierras, pantanos y postes eléctricos. España es una unidad de florentinos en lo universal. Y así, la nación puede vivir tranquila: Galicia, igual que León, ponen la energía, el paisaje de los embalses, las redes de tendido, y los beneficios se marchan al lugar donde está la esencia de la patria, que es la sede social. ¿Que una central térmica contamina? Teoría de la compresa: ni se nota se traspasa. ¿Que los pájaros mueren contra los cables? Menos pájaros quedan en Madrid. Dice un informe de Red Eléctrica que eso crea rechazo social en las zonas perjudicadas, pero ¿qué importa? Madrid da más votos que los Ancares. A cambio, la capital es próspera, dispone de recursos infinitos para obras, mientras las regiones que crean la riqueza nacional han de mendigar su deuda histórica. ¿Sabéis quién tiene la culpa? Los sucesivos gobiernos: el primero que autorizó la salida de la sede de Fenosa, los que permiten el expolio y los que creen que la sensibilidad territorial es un estatuto. Todos, igual de centralistas. Y no pidáis un impuesto ecológico, por favor. No es eso. La solución es una ley -perdón, Adolfo Suárez- que haga normal lo que en la calle es normal: que se paguen los impuestos donde está la actividad y se cosecha el beneficio. Es decir: una ley de punto final del colonialismo interior.

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