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Publicado por
MANUEL ALCÁNTARA
León

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MIENTRAS no se declare ilegal el hambre seguiremos sin saber qué hacer con los inmigrantes ilegales. Vienen en bandadas. Necesitamos a un buen número de ellos para que realicen los honrosos trabajos que rehusamos los nativos, bien porque están muy mal pagados, bien porque exigen mucha flexibilidad de espinazo o bien por ambas cosas. Hay compatriotas que se preguntan por qué llegan y otros que no se explican por qué no se van. Para resolver ese doble problema el Gobierno está repartiendo con la mayor equidad posible a los que arriban a Canarias, para que conozcan la Península, que también es digna de verse. El goteo de inmigrantes subsaharianos es incontenible. Hace un par de días llegaron 119 sin papeles y sin chanclas a Madrid. El reparto está solucionando pocas cosas, pero sin duda pone una nota de color en diversas localidades. El tratamiento que se les está dando a los involuntarios turistas suscita muchas críticas, pero ya dijo Andreotti, con un cierto cinismo al itálico modo, que gobernar no consiste en resolver problemas, sino en hacer callar a quienes los plantean. Por eso el Gobierno, incansable en la búsqueda de soluciones, ha ideado una que puede ser si no la ideal, la menos pésima entre las malas: pagar 300 euros a los que expulsa para evitar disturbios cuando aterrizan en su lugar de origen. Los vuelos de repatriación son siempre conflictivos, entre otras cosas porque los pasajeros no deseaban regresar a su patria. Algunas veces se encuentran los aeropuertos cerrados, lo que denota que no existe un entusiasmo indescriptible por recibirles. Además, hay que tener en cuenta que en general van engañados: se les dice que viajan a otra ciudad española. Destino negro.