Gourmet balompédico

EN ESTOS DÍAS de inevitable furor futbolero surgimos por doquier comentaristas, entendidos de última hora, aficionados de casi toda la vida y forofos de los de «ganamos» y «perdieron». ¿Qué me dicen de la selección de Togo? ¿Es África el futuro del balompié? ¿Romperá Ronaldo antes de que Brasil se imponga en el universo ario? ¿Es la nueva furia española llama de un día, o marea roja para rato? Son muchas las preguntas que asedian el día a día del ciudadano que ve recortado su universo informativo por un omnipresente balón y un surtido de reclamos musicales que para sí hubiera querido Eurovisión. Se llenan así televisores (de plasma, si es usted aficionado de pro) y radios de retransmisiones, desgañitamientos (¡¡qué tipo de grito de gooooool dejamos para la final!!) y analistas que ponen el microscopio para diseccionar estrategias, jugadores de futuro o en periodo de prejubilación. Unos con más soltura que otros, porque queda claro que brillante pasado deportivo no garantiza soltura verbal en el presente mediático. Entre ellos me quedo (me ganó hace tiempo) con Gatti, el loco argentino, que habla del deporte rey como quien acaricia un subconsciente en la consulta del psicoanalista, como cocinero con estrella que desgrana una espuma de olores y sabores sobre el plato. Quién, sino, explicaría el madridismo como un aroma, un perfume que envuelve los sentidos. Quién soltaría perlas como la que me hizo incondicional de su filosofía vital-deportiva (léase con el deje tanguero del hablar argentino): «El fútbol nace en la cabeza y se deja salir por los pies. ¿Cómo que están gordos o viejos? ¿Cómo que no corren? El fútbol no se coooorre , se jueeeega» . ¡Artista! Todo un gourmet balompédico.