Diario de León
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Con la Reforma estatutaria en ciernes, más el cierre nominal constitucional anunciado para todas las autonomías del Estado, se echará el último cerrojo a la realidad leonesa histórica, puesta en entredicho, por el ente, desde la Fundación Villalar. Perder la autoestima colectiva, si en común ello es posible, es un estadio tan peligroso como definitivo en la vida del sojuzgado pueblo leonés. Sí, ya sé que el sentimiento de ser leonés va con cada uno, y homologarlo pluralmente como el de todos, sacarlo a la calle o ponerlo en valor, es punto difícil. Pero si no lo ejercitamos, si no acometemos el esfuerzo de ponerlo en común ante el ente que nos engloba, nuestras horas como pueblo diferenciado están contadas. ¡Y el cronómetro está inexorablemente en marcha! La Manifestación del día 3 de junio supone, al menos, un hálito de esperanza. ¿Victimismo?, ¡no!, es la constatación palpable de un panorama tan real como negro. Para los autonomistas que nos gobiernan, ése vocablo, es el epíteto favorito con el que tratan de silenciar y frenar a los discrepantes. Los leoneses, ensimismados tras la impotencia subsiguiente al esfuerzo defensor preautonómico, y primeros compases del ente, sin querer admitirlo, seguimos inconscientemente el juego autonómico, dejándonos llevar de la mano de los verdaderos culpables de tal desaguisado, de los políticos que siendo de León, no lo parecen. Entre estos últimos, me he permitido situar al señor Martín Villa, un «todo terreno» de la política leonesa, autor-promotor del ente castellano. Diario de León invitó a este ínclito personaje de León, para cerrar el interesante ciclo en el que ponían en estudio el pasado, presente y futuro de León. Con su pausada oratoria, de sobra conocida, nos llevó a los oyentes al convencimiento de que es buen conocedor del proceso autonómico español, no hacía falta; nuestro deseo pasaba, en especial, por conocer su postura autonómica respecto a León en el momento actual. Se confirmaron nuestros temores. Se permitió cerrar el futuro de los leoneses como pueblo. ¡La autonomía que nos enclaustra es inamovible! Y ahí estamos. En el coloquio subsiguiente a su disertación, amplia sobre la transición y escueta y dolorosa para con lo leonés, tuve oportunidad de plantearle un breve estado de opinión para cerrar con una deducción lógica: «Si como hemos podido comprobar, sus razones de estado no funcionaron como freno de las comunidades llamadas históricas, pues ahí tenemos a los nacionalismos boyantes; y a León descapitalizado, a la cola de un ente que no nos respeta ni el territorio ni la identidad leonesa, si no reconoce su error y lo que para los leoneses está suponiendo, con todo respeto me permito decirle que no le considero un buen leonés.» Su respuesta, queriendo de paso quitarme legitimidad popular para clasificarle como mal leonés, dejó bien clara su postura: «Volvería a hacer lo mismo si la historia se repitiese». No, señor Martín Villa, si la historia se repitiese, ¡no le permitiríamos tal decisión! A pie de estrado, fuera ya del corto tiempo coloquial, aun le pude plantear que, los leoneses, saliendo por miles a la calle, le habíamos dicho que no queríamos ir autonómicamente con Castilla; todo un clamor popular que él ignoró. Un buen leonés es aquel que hace los mejor por su tierra, escucha a sus paisanos, y él, ignorando, en la actualidad, lo nefasto del ente, al mostrarse empecinadamente partidario de repetir la jugada, se coloca descaradamente en el polo opuesto. Pasmosamente, una socialista castellana, diputada por Valladolid, que aspira a postularse como candidata a la alcaldía de ésa capital, y de nombre Soraya Rodríguez, se lanza al ruedo con la idea de «hacer de Valladolid, en diez o quince años, la capital del noroeste». Tamaña obcecación, tan sólo puede darse en una generación de políticos sobre los que gravita la prepotencia y el heredado deseo hegemónico sobre lo leonés, hasta el punto de querer absorber, controlar y dominar todo lo nuestro. Ahora le toca a nuestro pobre posicionamiento geográfico y de influencia. ¿A qué nos reducen? Es el colmo de los despropósitos, más aún cuando los socialistas leoneses, no han hecho ni el menor movimiento para desautorizarla y de paso reconvenirla. Ya ni el noroeste, que como eufemismo emplea el ente, y acepta el señor Zapatero, para no nombrar la región leonesa, nos quieren dejar para León. ¿Abolición por omisión? Por cierto, el presidente del Gobierno, nuestro paisano, don José Luis Rodríguez Zapatero, puede comprender y defender nacionalidades y realidades nacionales para otros, pero se niega a reconocer la realidad crucial leonesa, ante la usurpación castellana de nuestro territorio regional, orquestada desde el ente autónomo castellanoleonés, o si se prefiere castellano y leonés, pues la perversidad intrínseca con la que se formula es la misma, que está consumando la anulación del pueblo leonés, y con él nuestra identidad, nuestra cultura. Lo suyo, cuando se constatan fehacientemente los deseos sojuzgadores de lo leonés por el ente, es más grave, mucho más, que lo fue el dubitativo inicio comunitario decretado por Martín Villa. Anótese pues, el señor Zapatero, el calificativo que por esto le corresponde.

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