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Publicado por
PANCHO PURROY
León

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HABLAMOS mucho de la invasión de inmigrantes, pero son ellos los que se desloman en trabajos duros que los españoles rehusamos. Estas fechas de primavera tardía y calor precoz, cuadrillas de esquiladores polacos se encargan de pelar y recoger los vellones de las ovejas de Tierra de Campos. El rancho o esquileo ya no es tarea de ganaderos de los pueblos, sino de mocetones rubios de Polonia que manejan la tundidora con maña y constancia. Como mucho, el pastor nativo hace de legador y ata las cuatro patas de la res con una cuerda -legadera- para que la oveja esté quieta y no se corte con las tijeras. La gente polaca está bien vista, por su apego al trabajo bien hecho y creencias católicas, lejos de los estereotipos que acompañan a rumanos -violentos asaltantes de chalés- o magrebíes -machistas y presuntos adeptos del islamismo radical-. En Francia han tenido fuerte polémica por la entrada de fontaneros polacos, currantes que cobran menos y vienen antes a arreglar las averías domésticas que sus congéneres galos. Un sonriente y guapo fontanero polaco anuncia a los franceses las bondades de hacer turismo por su país, en oferta que va desde ver bisontes europeos en el parque nacional de Bielowiezia o ir de oraciones a los templos de Cracovia, donde emergió la figura del papa Wojtyla. 1500 sacerdotes polacos ejercen su ministerio en el extranjero. Esta salida de religiosos tiene que ver con el buen estado de salud del catolicismo, con un censo de más de 7000 seminaristas que superan la cuarta parte de los que hay en una Europa en la que parece imponerse el laicismo. En los arenales de regadío de Huelva, a la vera de las Marismas del Guadalquivir y los amenazados linces de Doñana, las guapas chicas polacas son excelentes cosechando fresas y además, vuelven locos a muchos andaluces de Almonte que, tras abandonar a la parienta y liarse con la foránea, cambian la veneración de la Blanca Paloma rociera por la Virgen de Chestokowa.