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Publicado por
JAVIER TOMÉ
León

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EL FÚTBOL, tal como dijo cierto entrenador del Liverpool, no es que sea una cuestión de vida o muerte; es más importante que todo eso. Lo estamos viendo ahora mismo en vivo y en directo, con motivo del campeonato que se está disputando en la, al menos de momento, sorprendentemente soleada Alemania. Y con respecto al equipo español, que es lo realmente importante para los numerosos y entusiastas peloteros patrios, todo marcha de un viento en popa que da vértigo. España es un país de excesos, renuncias y malentendidos, en el que se pasa del blanco radiante al negro negrísimo en cuestión de horas, pero los buenos resultados cosechados por el combinado dirigido por el áspero y castizo Luis Aragonés, un tipo que de fútbol sabe un rato largo, han disparado un una sensación de euforia colectiva que ya veremos hasta donde llega. Por ahora, y en estos tiempos caracterizados según algunos por el peligro de secesión que amenaza a la unidad de la patria, resulta de lo más reconfortante que unos y otros nos unamos en la gran empresa común de animar, desde nuestros respectivos sofás y butacones, para que el balón, esa dichosa pelotita saltarina que reparte glorias y miserias a partes iguales, entre limpio, radiante y dichoso en la portería contraria. Sobreseídos de momento los resquemores provincianos y catetos que enfrentan a pueblos y autonomías en virtud de una supremacía tribual que depende, naturalmente, del lugar en que a uno le haya tocado en suerte nacer, la nación se ha agrupado en un esfuerzo colectivo e inédito alrededor de nuestra invicta selección. Lo dicho: bendito fútbol.