Fútbol y política

SI ES usted de quienes ya tienen preparado el bidón de gasolina para inmolarse hoy si España pierde ante Francia, tranquilo y pida a su señora que le esconda los mecheros. Si caemos, más se perdió en Cuba. Después de todo, nadie se inmoló cuando a  Delibes  no le dieron el Premio Nobel. Cierto es que las victorias de la selección nos permiten exorcizar otras tensiones. Por eso, cuando algunos gritan lo de a por ellos oe  dejan entrever que lo suyo es mucho más que un grito futbolero, y que están incluyendo al vecino del cuarto, al jefe y al delegado sindical... El fútbol, lo supo ver bien  Franco, es deporte y mucho más. Y en ese  mucho más, a mayores de la inevitable morralla, hay valores éticos de indudable interés, que para sí los quisiera la política.  Por ejemplo, el Real Madrid ha reconocido la categoría de juego del actual Barça y su justa victoria. Encontrar un reconocimiento equivalente entre  rivales  políticos sería un milagro. En el fútbol, deporte competitivo y donde se mueven cifras  millonarias, sigue siendo posible la caballerosidad y el respeto hacia el rival. La política, en cambio,  ha quedado convertida la mayoría de las veces en sucia guerra verbal,  pero con daños reales,. donde ya sólo una noble minoría,  sin claudicar de sus convicciones,  sigue enarbolando la bandera  del juego limpio. El ego de Raúl no le impide elogiar los méritos de Ronaldinho,  pero es impensable en el diputado Fulano hacia su rival Mengano. La  política tiene mucho que aprender del fútbol, y no sólo  el arte de ganar o perder con deportividad.  A por ellos. Con dos. Con arte y señorío.  Y con humor, si nos ganan... siempre nos quedará la Ponferradina.