Diario de León
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CARLOS G. REIGOSA
León

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INTENTARON hacernos creer que todos éramos indebida y exageradamente pesimistas sobre el final de la guerra de Irak: todos, menos los grandes estadistas del Pentágono y la Casa Blanca, que estaban seguros de que la invasión iba a ser un éxito sin paliativos en pocos meses. Ahora resulta que la prensa estadounidense y británica publica informes confidenciales de la Administración norteamericana que reconocen el rostro devastador (y adverso para EE.UU.) del endiablado conflicto. Se está cumpliendo una de las terroríficas lecciones que el presidente Nixon extrajo de Vietnam: que cuanto más se alargue la ocupación y la creciente violencia que la acompaña, más se complicará el horizonte y menores serán las posibilidades de echar un cierre exitoso a la operación bélica. Y en ello estamos. Los enfrentamientos étnicos, religiosos y sectarios entre los propios iraquíes están contribuyendo a exacerbar los males más temidos y aumentar los peores riesgos (entre ellos, el de una guerra civil y la partición del país). Entre tanto, el islamismo en que se emboza todo el antiamericanismo acosa a quienes colaboran con los estadounidenses o con el régimen establecido en Irak al amparo de EE.UU. Un panorama tan negro como imaginábamos los que nos empeñábamos en recordar el conflicto de Vietnam cuando se produjo la guerra. Entonces ni siquiera los grandes rotativos estadounidenses se atrevieron a considerar esa comparación, como si al no hablar de ella no pudiera existir. Ahora han recuperado independencia y capacidad crítica, pero la complejidad avanzada del conflicto les impide proyectar horizontes que puedan ser a la vez favorables y verosímiles. Intentan evitar los augurios de derrota -no quieren ser tildados de derrotistas-, pero ya no ocultan la realidad.

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