Diario de León
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FEDERICO ABASCAL
León

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TODO EL ARCO parlamentario, excepto el PP, respalda el diálogo del Gobierno con la banda terrorista ETA. Como en ocasiones anteriores, la posibilidad de un fin de la violencia etarra aglutina ahora a los partidos, excepto al PP, en apoyo a una iniciativa política azarosa, delicada y sin garantía de éxito. Zapatero se siente obligado a recoger el anhelo de la paz de la sociedad española, incluida obviamente la vasca, y a desarrollar el diálogo «con prudencia y discreción». Y nada más terminar el presidente del Gobierno su recitado, empezó a leer sus folios el líder de la oposición, y aquí interesaría que la sociedad analizase cuidadosamente ambos textos para descubrir si el de ZP se desvía de la ortodoxia rigurosa y tal vez algo puntillosa de Rajoy. Porque Rajoy exponía con un énfasis entre dramático y solemne las razones por las que Zapatero no sólo no debía de dialogar con ETA, ni con Batasuna, sino que, para recibir el respaldo del PP, estaba obligado a rectificar, ya que el mero hecho de hablar con Batasuna, un trozo de ETA, suponía dar carácter político al diálogo con el resto de la banda. Esta es la tesis que de forma más refinada concentrarían las argumentaciones de Rajoy. Ocurre, sin embargo, que el Gobierno comparte esa tesis, aunque la argumente desde otra perspectiva, y así vemos que Zapatero afirmó que «no puede haber precio político», que la política es asunto exclusivo de las fuerzas políticas (por lo que entraría nunca en un diálogo con ETA), y de las fuerzas políticas con representación popular (siendo los votos la única medida de esa representación). Pero el futuro de Euskadi exige un acuerdo de convivencia político, con el máximo consenso posible, respetando la pluralidad política de la sociedad vasca y en igualdad de oportunidades para todas las formaciones. Las reglas, pues, son: voluntad democrática, sujeción a la legalidad y amplio acuerdo político. Estas reglas, añadió Zapatero, se aplican también a la participación en la vida política institucional, y por ello va a mantenerse la vigencia de la Ley de Partidos. Y la apostilla final: «El compromiso absoluto del Gobierno -y personal de Zapatero- con los valores, principios y reglas Constitución de 1978». Si pusiéramos los dos textos, el de Zapatero y el de Rajoy, al microscopio, tal vez llegáramos a descubrir una diferencia: Mariano Rajoy no acepta que Patxi López, líder del socialismo vasco, tenga pensado hablar con Batasuna para convencer a la coalición abertzale de que o se relegaliza, cambiando de actitud, de estatutos o hasta de nombre, o pierde el tren. Y el que menos quiere perder el tren de la paz, a cuya locomotora se ha subido, es el presidente del Gobierno, quien hace sonar la sirena pidiendo vía libre para un diálogo del que, en septiembre, informará Rubalcaba a los grupos parlamentarios.

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