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Publicado por
FERNANDO DE ARVIZU
León

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EL PASADO LUNES asistí en Armunia a la entrega de premios Pícara Justina y Fray Gerundio, que recayeron en esta su primera edición en la Consejera de Cultura y en el doctor Eduardo Romero, ilustre profesional y creador del Museo de la Fauna Salvaje de Valdehuesa. Mis felicitaciones a ambos. Es de notar que el doctor Romero glosó la figura del símpático fraile y demostró que se había leído el libro, lo cual no ocurre con todo el mundo que cita al predicador de Campazas. Así que doble felicitación, porque es estupendo oír a la gente hablar de lo que sabe, como penoso oía a alguien hablar haciendo como que sabe de lo que habla. Al final del acto actuó el grupo de bailes regionales de Armunia. Lo hizo muy bien, porque sus miembros están bien dirigidos y muy motivados. Hay que reconocer con especial énfasis que se necesita valor y amor a lo que hacen para enfundarse en uno de esos abrigados trajes con el calor de esta semana. Es obligado este homenaje, a estas personas y a cuantos se entregan a una tarea por amor al arte, la cumplen con ilusión y competencia a cambio de un aplauso y ayudados por una m ínima subvención ¡Qué diferencia con los titiriteros/as enseñacamisetas y reparterosas que viven de la subvención y venden su adhesión al gobierno con gestos tan fuera de lugar como los que hemos visto dentro del Congreso (antaño) y fuera de él (hogaño). Los actores o actrices metidos en política lo suelen hacer fuera del tiesto. Y no olvidemos la definición de actor que ofreció el genial Sacha Guitry: es una persona que transmite a los demás sentimientos que él mismo no experimenta. Así que en el caso de los y las enseñacamisetas, reparterosas y pegagritos, no se sabe muy bien si lo hacen porque lo piensan o simplemente lo fingen. En fin, todo lo contrario a estas mujeres y hombres que nos deleitaron con unos bailes solemnes, casi rituales, al son de una música cantarina que nunca llega a ser estridente. y con la percusión del tambor o tamboril para marcar los tiempos del baile. Lo hacían con seriedad y al mismo tiempo con alegría. Me descubro ante ellos, como lo hago ante quienes hacen encaje de bolillos rescatando labores en trance de perderse, o practican lucha leonesa o cualquier otra actividad cultural que es tanto como decir tradicional, puesto que como dijo Eugenio D'Ors, todo lo que no es tradición es plagio. Estas gentes poseen un gran secreto: sienten el peso de la tradición como un conjunto de referencias que les ayudan a caminar en la vida, cada uno en su propio camino, pero también en el andar colectivo. Que no hacen política -o al menos eso creen- sino que hacen danza, lucha o bolillos. Porque sí que la hacen: es política de la buena, de la que ayuda a configurar y a perdurar la cultura y por lo tanto los valores de la sociedad en que se mueven. Es una Política con mayúsculas, de ésa que los que andamos en la otra añoramos cuando nos quedamos solos. Vuelvo a decirlo: me descubro. Y ahora el enigma, que conviene disfrazar de tal porque es política con minúsculas: ¿por qué para el Inteco hay que pagar más de un millón de euros de nuestros impuestos por terrenos que se pueden tener gratis?, ¿va eso en beneficio de León?

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