Diario de León
Publicado por
X. ÁLVAREZ CORBACHO
León

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L OS IMPUESTOS no son sólo instrumentos técnicos de contenido económico y jurídico. La dimensión política de la fiscalidad es tan relevante como a veces subestimada por la población. Obviamente, los impuestos nacen, se modifican y mueren por decisiones políticas. Pero la fiscalidad tiene, en las sociedades democráticas, una relevancia política que conviene recordar. La fiscalidad es esencial porque se asocia directamente al conjunto de prestaciones y servicios que configuran el Estado del Bienestar. La fiscalidad disciplina y racionaliza a los ciudadanos porque les enfrenta al coste que tienen las cosas que demandan del sector público. La fiscalidad es importante porque responsabiliza a los gobiernos y les exige rendir cuentas. La fiscalidad es también sustantiva para cuantificar la solidaridad territorial, al exigir que los ciudadanos de la jurisdicción realicen primero esfuerzos tributarios similares al que hace el conjunto del país. Además, el patrón distributivo de la fiscalidad está implícito en el pacto primario que la democracia establece mediante el proceso electoral. Desde una perspectiva macroeconómica, la fiscalidad es un medio de extracción del excedente que encuentra su lógica y funcionalidad en el propio sistema de reproducción social. La fiscalidad institucionaliza valores, comportamientos y legitimidades diversas que permanecen en el tiempo. Las revueltas fiscales son, en este sentido, expresión elocuente de crítica o cuestionamiento que los ciudadanos hacen del poder político establecido. Quizá por ello a determinados políticos y ciudadanos les gusta instalarse en la ilusión fiscal. En este sentido, decimos que existe ilusión fiscal, cuando se produce una percepción distorsionada del sector público que falsea su realidad. La ilusión fiscal se provoca cuando los impuestos se disimulan o disfrazan en los precios, cuando se retienen o exigen en momentos placenteros o cuando las complejidades del propio sistema tributario dificulta su cálculo agregado anual. La ilusión fiscal se produce también cuando hay ruptura del proceso presupuestario (disociación entre ingresos y gastos) o cuando se financia el gasto con subvenciones y deuda. Operando de este modo se subvaloran los costes de la actividad pública y se exageran o refuerzan sus beneficios, aunque también pueden existir percepciones contrarias. Como es fácil advertir, cualquier proyecto político ambicioso, transformador de la realidad, necesita siempre de una hacienda pública solvente que lo haga posible. Pero eso exige una fiscalidad transparente y comprensible para el ciudadano. Una fiscalidad fundamentada en valores de justicia yaceptada como coste de oportunidad por la sociedad que la soporta.

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