Gobierno y Estado

DEBERÍAN de levantar un poco el pie del acelerador. Porque con la velocidad que están cogiendo pueden derrapar en la primera curva, y luego las cosas ya no tienen remedio. Y sólo les quedará lamentarse amargamente. Pero esto siempre se hace cuando ya es demasiado tarde y cuando las heridas son tan profundas que no tienen cura. El pie del acelerador lo tienen que levantar para serenidad y sosiego del estimado y distinguido público en general, que decía el vocalista de aquella vieja orquesta, quienes se han lanzado a una estrategia tan inaudita como inaceptable, que permite decir al líder de la oposición que el presidente del Gobierno de este país nuestro no representa al Estado. Y que los acuerdos que adopte ese mismo Gobierno no les conciernen el día que ellos manden. Es la misma estrategia que lleva a María San Gil a asegurar que Otegi y López son lo mismo que Hitler y Franco, que por lo visto debieron de ser muy malvados y muy asesinos, pero no tanto como para que su partido condenara las atrocidades y fechorías del español. Resulta difícil de imaginar que pueda superarse el grado de aceleración que la oposición ha alcanzado con la entrevista entre Otegi y López. Y también que podíamos llegar a escuchar a Mariano Rajoy decir que un presidente y un Gobierno salidos de las urnas no representan al Estado. Porque es una de las sandeces mayores que hemos escuchado en los últimos tiempos y ya llevamos escuchadas unas cuantas. Rajoy acaba de entrar en una deriva tremendamente peligrosa: la de no respetar las instituciones democráticas que nos hemos impuesto. Porque, mientras no acordemos lo contrario, este Gobierno representa al Estado lo mismo que lo representó aquel otro que negoció con los etarras en Suiza, y aquel que nos llevó a la guerra.