Perros enfermeros

UNA INVESTIGACIÓN llevada a cabo por el profesor Tadeo Jezierski, del Departamento de Conducta Animal del Instituto de Genética Animal y Zootecnia de la Academia Polaca de las Ciencias, sugiere que los perros pueden olfatear el aroma que desprenden las células de los tumores. Que los tumores produzcan olores específicos es una realidad confirmada por la cromatografía de gases, técnica que permite reconocer y cuantificar elementos químicos, y por la espectometría de masas, mecanismo que informa sobre los rasgos de los átomos y partículas de las zonas tumorales. Este sabio polaco cree que los perros adecuados para esta misión son los pastores alemanes, los perros de caza y los canes que se usaban en el pasado para localizar presidiarios y esclavos huídos . Nuestro amigo, el vulgar Canis familiaris, es un prodigio en sensibilidad olfativa y su nariz posee, en promedio, 200 millones de células sensoriales, un mundo respecto a los 5 millones presentes en nuestra abotargada pituitaria, incapaz de diferenciar si el aroma a queso procede de una cueva con Cabrales o de unos pies mal lavados de peregrino del Camino de Santiago. La trufa húmeda de un perro olfatea a enorme velocidad el aroma de las moléculas y puede recordar unos 600.000 tipos de olores, récord al que no llegaría ni el infalible Peñín, famoso catador leonés de diferentes morapios, convertido en papa de la enología. El entrenamiento de los perros enfermeros es ingenioso. Al chucho se le enseña a sentarse cuando olfatea el aire exhalado por una persona de la que se conoce que padece un tipo de cáncer. Por lo visto, las células tumorales producen sustancias volátiles que se liberan en la sangre, la orina, el sudor y el aire expirado, y el ayudante canino capta sin equivocarse ese rastro oloroso. Tadeo comenta que no ha descubierto la panacea, pero que si una serie de personas se someten a chequeo, el perro puede ser el primer agente en seleccionar aquellas que tiene más prioridad para un diagnóstico completo.