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Publicado por
FEDERICO ABASCAL
León

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H ACE tres años y medio, el fallecido papa Juan Pablo II anunció en Roma que Valencia sería la sede el V Encuentro Mundial de las Familias. La visita oficial a la capital levantina de su sucesor Benedicto XVI viene lógicamente a subrayar la importancia que la más alta jerarquía de la Iglesia, en sintonía con amplios sectores de la feligresía católica, da a la familia como institución vertebradora de toda sociedad moralmente desarrollada . Dadas algunas iniciativas legales del Gobierno socialista, que han despertado la oposición frontal y rotunda del Episcopado español, como el matrimonio entre personas del mismo sexo, el Sumo Pontífice ha expresado tanto al presidente Rodríguez Zapatero como a la vicepresidenta Fernández de la Vega el rechazo, durante las audiencias de ayer por la tarde, su malestar por una reforma legal que desvirtúa la esencia milenaria del matrimonio y atenta gravemente contra la naturaleza de la familia. La visita a España de Juan Pablo II en 1982 se vio precedida de cierta tensión política, pues la fecha programada desde hacía tiempo para el viaje del Sumo Pontífice iba a coincidir con la campaña electoral de unas elecciones anticipadas. Tras el «tejerazo» del año anterior y la acelerada desmembración de la UCD, el PSOE acariciaba una victoria en las urnas que llevase a Felipe González a La Moncloa, y la llegada del Papa, con el fervor religioso y multitudinario que el carismático Wojtyla despertaba, desató los resortes más timoratos del socialismo, que realizó discretos esfuerzos para el aplazamiento de visita pontificia. Y una información involuntariamente filtrada sobre las últimas conversaciones entre el PSOE y los obispos produjo tal revuelo que la venida del Papa quedó automáticamente aplazada. Sólo unas semanas. No ha generado esta visita de Benedicto XVI la menor tensión política, si se exceptúa algunas discrepancias, serias a veces, entre el Gobierno de la Generalitat y los obispos valencianos sobre el emplazamiento de la misa solemne que concelebrará el Papa hoy domingo. Como hechos reseñables, aunque no debieran presentarse como gestos de desdén político, han presentado algunos medios la inasistencia de del presidente Zapatero y de su vicepresidenta primera, María Teresa Fernández de la Vega, a esa misa, ceremonia litúrgica a la que no debería acudir, por respeto confesional, ningún agnóstico. Representación del Gobierno central en la misa habrá obviamente, en las personas del ministro de Asuntos Exteriores, por la relación de su departamento con la Santa Sede de Estado a Estado, y del Ministerio de Justicia, una de cuyas direcciones generales se ocupa de las cuestiones religiosas. Pero todas las tareas organizativas de este V Encuentro Mundial de las Familias y, especialmente, de la visita del Papa, con la plataforma edificada sobre el cauce reseco del río Turia para la concelebración de la misa dominical, ha corrido a cargo de las autoridades valencianas, de la Generalitat y la alcaldía, deseosas de que este acontecimiento, además de fortalecer la fe de los católicos y de reivindicar la importancia insustituible del matrimonio y la familia, sirva para exponer ante el mundo la imagen de una ciudad que se ha desarrollado en los últimos años de manera asombrosa. Valencia ha querido hacer exclusivamente suya esta visita del Papa a una ciudad, donde el desarrollo de un encuentro mundial sobre las familias que interesa vivamente a todo el mundo cristiano y también, como resulta fácil de entender, a quienes, creyentes o agnósticos, sienten que la pos/posmodernidad no debiera en aras de un modernismo -pero ¿qué es el modernismo?- arremeter contra instituciones milenarias y de probada eficacia.

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