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Publicado por
YASHMINA SHAWKI
León

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UNA de las estrategias de distracción preferida por los dictadores para alejar la atención de sus problemas internos, tales como la ausencia de libertades, la violación de los derechos humanos y la penosa situación económica, es la realización de maniobras militares que «elevan» el espíritu patriótico y mantienen viva la atención que los países vecinos. La más reciente muestra de lo útil que resulta es la puesta en marcha de los mecanismos de alerta internacionales como consecuencia de que, la noche del pasado martes, Corea del Norte, sustituyera los habituales y poco dañinos fuegos artificiales por misiles de largo alcance lanzados hacia el Mar de Japón. Kim Jong Il, heredero del tirano Kim II Sung fallecido en 1994, por una parte, ha desarrollado la doctrina iniciada por su padre, la Juche, o «autoconfianza», derivada del leninismo y, por otra, ha continuado la política basada en la ingente inversión económica en armamento, como garantía de independencia frente al exterior, sobre todo, de Corea del Sur y Estados Unidos, el desarrollo de la industria pesada y el colectivismo agrario, todo ello, aderezado con el vinagre de la autarquía impuesto por el grave aislamiento internacional. Con poco más de veintidós millones de habitantes, la ambición militarista de Kim Jong Il ha traído en jaque, no sólo a Corea del Sur, a quien todavía desea dominar, sino, sobre todo, a Japón y Estados Unidos. Aliado natural de China, actualmente goza además del apoyo del gobierno ruso encabezado por Putin, lo que ha dificultado en gran medida, los esfuerzos de la Comunidad Internacional por imponer controles eficaces a su desarrollo armamentístico. Más aún, los ensayos y las amenazas le han situado en un puesto de honor dentro del invento de Bush, llamado «eje del mal». Sin embargo, esta exhibición de poderío militar tiene más de autoafirmación interna que de amenaza externa, sobre todo, teniendo en cuenta lo limitado de los recursos económicos del país. Una agresión real parece harto improbable pero ya va siendo hora de imponer sanciones y otras medidas eficaces que serenen la euforia bélica de este tirano megalómano con complejo de «bajito».