CRÓNICAS BERCIANAS
Intolerancia
ANICETO Reyes es republicano, y seguro que ha tenido que soportar en más de una ocasión la broma fácil que hace chanza de la contradición entre su ideología y el apellido que heredó de su padre. Hace dos años, la cosa fue bastante más allá de la broma y seis chavales, dos de ellos mayores de edad, le esperaron a la salida del bar de Ponferrada donde trabajaba para darle un susto. Llevaban la cabeza rapada, aunque según la versión que los acosadores mayores de edad dieron a la juez que les ha condenado por faltas de amenazas, coacciones y daños, su aspecto se debe a que son aficionados a las motos y necesitan el pelo corto para llevar casco, y no a que pretendan que se les reconozca como ultraderechistas o neonazis allí donde vayan. A Aniceto, los seis chavales le «acompañaron» hasta su casa a empujones y rompieron el cristal de su portal -y después el del bar donde trabajaba- mientras le pedían que les enseñara el DNI. Y convencidos de que Aniceto realmente era quién decía ser, le amenazaron con quemar su casa. La explicación que dieron después a la juez es que, aún no siendo ultraderechistas, temían por su integridad física porque se preparaba una fiesta antifascista y se les había increpado más de una vez por su aspecto. Negaron además, que formaran parte de una banda organizada de ideología ultra -«la política sólo sirve para dar de comer a los políticos», llegó a declarar uno de ellos a los periodistas al término del juicio celebrado el mes pasado- o haber portado esvásticas en el brazo, según consta en un informe policial. A Aniceto Reyes, en cualquier caso, le metieron el miedo en el cuerpo y ninguna sentencia puede quitarle ese temor. Militante de Izquierda Unida, Aniceto considera que los dos condenados deberían haber sido juzgados por la vía penal porque lo suyo fue un delito de detención ilegal y no una sucesión de faltas. Los dos jóvenes declararon ante la juez su arrepentimiento, pero después de los hechos juzgados, Aniceto ha tenido que soportar cómo aparecía un águila de la dictadura en la fachada del bar que hoy regenta. Estoy de acuerdo con la opinión que ha expresado el Consejo Político Provincial de Izquierda Unida al respecto y creo que los dos jóvenes autores de la intimidación, al igual que sucede con los tres menores que fueron identificados, además de pagar las multas por las faltas de las que se han reconocido autores y de la indemnización de 1.500 euros por los daños morales que le han causado a Aniceto Reyes, deberían purgar su responsabilidad realizando algún tipo de trabajo social. Es lo más efectivo. Igual que en determinados lugares, los jueces condenan a quienes cometen una negligencia al volante a visitar los hospitales donde se recuperan las víctimas de accidentes de tráfico, a los dos jóvenes condenados deberían obligarles a acercarse a alguna de las organizaciones no gubernamentales que trabajan con inmigrantes o con enfermos de sida, o con ancianos, o con minorías desfavorecidas, para que aprendan a convivir con sus semejantes y a ser más tolerantes con las ideas de los demás. Para que sepan que la vida es muy frágil, y la libertad un bien preciado.