Diario de León
Publicado por
YASHMINA SHAWKI
León

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DESDE Occidente tenemos la percepción de que, cuando todo hacía prever una mejora de las, hasta ahora, imposibles relaciones árabe - israelíes, de repente, se ha abierto la Caja de Pandora haciendo saltar por los aires, literal y metafóricamente, el proceso de paz. Cierto que el tímido voto de confianza otorgado al triunfador de las últimas elecciones palestinas, Hamás, con todas las reservas posibles sobre la sensatez de quien tiene en su ideario político la lucha armada y la eliminación del enemigo judío, se ha desvanecido en el aire, a medida que la falta de entendimiento se ha ido consolidando y, el enfrentamiento entre seguidores y detractores bañaba en sangre las calles palestinas. A pesar de reconocer el espíritu netamente terrorista de Hamás, el cambio que supone pasar de la oposición armada al ejercicio político hacía esperar cierta suavización en su actitud que, desgraciadamente, no ha tenido lugar. Frente a los millones de palestinos que ansían la paz para su pueblo existe un grupo de indeseables que vive para y por el ejercicio indiscriminado e irracional de la violencia. Un grupo que se beneficia del mantenimiento, en campos de refugiados desbordados, de una población a la que se le «lava el cerebro» con una doctrina en la que el único objetivo en esta vida, sin esperanza ni mejoría posible, es morir matando judíos. Frente a este enjambre de asesinos radicales, de ideología, en teoría, islamista, se encuentra Israel, que no ha querido o no ha podido combatir al enemigo con algo diferente al uso de las armas y ha caído o ha querido caer en la provocación iniciada por el secuestro del soldado Gilat para aprovechar la coyuntura atacando e invadiendo un Líbano antisirio que está intentado resurgir de sus cenizas. Uno provoca matando y el otro responde matando más. Tal para cual.

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