Empate técnico

EN UNA atmósfera de caos diplomático circulaban ayer distintas iniciativas cruzadas para buscar una salida pactada a la grave crisis entre Hizbolá e Israel. intercambio de prisioneros, fin del lanzamiento de cohetes sobre Israel, fin de bombardeos israelíes sobre Líbano. Pero las partes sopesan si un arreglo de este tipo les permitirá obtener ciertas ventajas políticas; para Hizbollah, su confirmación como un poderoso actor regional que fuerza la atención del mundo entero y, para Israel, obtener una modificación favorable del statu quo. En el caso israelí, la parte de la atrición -la que entiende obligar a la sociedad israelí a condenar a Hezbolá como causante de todos sus males- está en pleno desarrollo y la matanza prosigue sin tregua. Es más, salvo error, no ha muerto un solo guerrillero chií y los doscientos y pico muertos son todos civiles y unos cuantos soldados que estaban allí cuando cayó el misil. Israel necesita recuperar a sus soldados capturados y hacer retroceder a Hizbolá en la frontera. Se dice que ha hecho saber al gobierno italiano, muy activo como mediador, que se conformaría con veinte kilómetros. Y le gusta menos la posibilidad de que la ONU haga su aparición en el área con una fuerza de interposición grande y bien dotada, sugerida en el G-8 y abiertamente planteada por Tony Blair. Javier Solana, que visitó Beirut pero no Israel, se mostró pesimista y cercano, con habilidad formal y oficio, al discurso político americano-israelí. Y la aproximación de la ONU tomó forma con la llegada a Israel del enviado especial de Kofi Annan, Tadje Roed-Larsen, gran conocedor de la zona. Algo parece seguro: todo el mundo se despide de la posibilidad de una victoria y los contendientes se conformarán con un empate técnico expresado de modo que cada parte pueda sentirse satisfecha. La crisis parece cerca de ser circunscrita y pasará pronto a ser lo que siempre ha sido: otro pico de una enfermedad mucho más antigua, la más antigua del planeta, la que empezó con la partición de Palestina en 1947¿