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León

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UN JOVEN amigo me ha consultado su decisión de meterse en la política activa, y para su sorpresa no intenté quitarle la idea de la cabeza. «Lo importante es  a qué valores personales sirves y sigues en tu interior».  Y le expliqué como, a mi entender,  el programa de ningún partido es suficientemente trascendente  como para hacer soportar los  reveses y decepciones que la política conlleva, la mayoría de las veces de los propios compañeros, por lo que  se necesita acceder ya  a ella con  una arquitectura interior bien sólida, con referentes éticos con los que afrontar tanta batalla diaria, sin que esta te contamine;  y como mi amigo posee todos esos resortes, en caso de resultarle decepcionante la experiencia, incluso amarga,  nunca tendrá sobre  su sensibilidad un efecto devastador, pues cuenta con mecanismos de defensa -psicológicos y espirituales- con los que afrontarla. Le advertí que las convicciones ideológicas nunca son suficientes, que se debe servir además a otras causas (sean religiosas,  éticas, culturales, sociales o todas a la vez) más allá de las  estrictamente programáticas de un partido, pero sin imponerlas, ni hacer jamás proselitismo, más bien como un diálogo consigo mismo,  que le recuerde cada día quién es. En política, tan importante como conocer dónde vas  es ser fiel a tu origen.   Por ello, para un político es esencial  saber desconectar, tener otra vida, escuchar otras voces, portar otras antorchas. Mi amigo sirve a valores que no  le fallarán; es buena persona, y no conozco buenos políticos que no lo sean. En ningún aspecto importante de la vida es posible ser eficaz desde el mal. Suerte, amigo, aún hay mucho por lo que luchar.