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Publicado por
FERNANDO ONEGA
León

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¡LO HEMOS conseguido! La guerra del Líbano ya es una guerra política interna española. Somos un ejemplo macanudo de cómo convertir un asunto «distinto y distante», que diría el presidente Calvo-Sotelo, en un follón próximo y propio. Si volviera un conflicto entre la China continental y Formosa, también tendríamos una confrontación entre el gobierno del PSOE y el Partido Popular. ¿Quién dijo que la política exterior debe ser consensuada entre poder y oposición? Eso ocurrirá en países incultos y retrasados, como Alemania o el Reino Unido. En naciones prósperas y de larga tradición democrática como España, la política exterior se tira a la cabeza del adversario con la misma contundencia que el matrimonio de homosexuales. De acuerdo con tan constructiva filosofía, nuestro país se partió en dos con motivo de la invasión de Irak. La izquierda agotó sus pancartas contra nuestra colaboración con Estados Unidos. Aznar se hizo una foto en las Azores que fue presentada como un crimen contra la humanidad. Y ahora, en el conflicto de Oriente Medio, nos empieza a ocurrir exactamente lo mismo. A cada palabra que dice Zapatero, el Partido Popular responde con una fabulosa batería de acusaciones, que empiezan, naturalmente, con la duda de su capacidad para entender lo que ocurre en el mundo. Es cierto que el señor Rodríguez Zapatero no es un prodigio de actuaciones diplomáticas. Tiene la rara habilidad de ponerse siempre en contra de los ganadores, llámense Bush en Estados Unidos o Merkel en Alemania. Utiliza poco y mal la elemental técnica de los contrapesos, y en su primer diagnóstico sobre Oriente Medio sólo criticó los excesos de Israel. Se deja retratar con el pañuelo tradicional de los palestinos, como si estuviera en un festival de colegio. Parece bastante claro que no pasó ni media mañana en la Escuela Diplomática. Y encima, su partido convoca manifestaciones donde se lucen pancartas que hablan de «nazis, yanquis y judíos»: una política exterior de asamblea de facultad de los años 60. Y el PP, que tiene angustia por ocupar La Moncloa (porque sin ellos este país se hunde), coge cada uno de esos gestos y palabras y los convierte en un diagnóstico feroz: tenemos un presidente y un gobierno antisemitas. ¡Fantástico servicio a los intereses de España, sí señor! Son capaces, incluso, de hacer un santo a Moratinos, con tal de desgastar al inquilino de La Moncloa. Para la derecha, Moratinos (de quien tanto se ha pedido la dimisión) es hoy un ejemplo de rigor, sabiduría y prudencia, comparado con ZP. Así somos, querido lector. Matizo: así son. Si siguen las cosas como están, esos dos partidos terminarán discutiendo incluso sobre los derechos de España sobre Gibraltar.