Todo un dilema

HAY dos riesgos económicos objetivos que nos acosan y que, de agravarse, podrían causarnos un trágico perjuicio: de un lado, el suscitado por el precio del petróleo, que sube sin cesar porque, según parece, la oferta es sensiblemente menor que la demanda y ese desequilibrio tiende a acentuarse irremisiblemente. Y, de otro lado, el provocado por la existencia de una burbuja inmobiliaria, que, de estallar y producir un ajuste súbito de los precios, podría causar una repentina caída de varios puntos del PIB. ¿Se debe la pasividad con que nos comportamos ante estos problemas al hecho cierto de que no son graves o, más bien, a la inconsciencia de quien no quiere mirar con realismo para no alarmarse antes de tiempo ante lo irremediable? Todo un dilema