AL TRASLUZ
El secreto del líder
RUDOLF Giulani, ex alcalde de Nueva York, ha impartido en Valencia una conferencia sobre liderazgo. Solemos subestimar el interés de los estadounidenses por los líderes, quizá porque lo simplificamos todo en el ordeno y mando, dónde hay patrón no manda marinero, o en boca cerrada no entran moscas. Franco no fue un líder, sino un dictador. Y es que el liderazgo no es consecuencia del poder que se tiene, sino del que se comparte, o de aquel al que se ha renunciado. Es una forma de convicción sobre la que han reflexionado mucho los países con trayectoria en trabajo en equipo. No debe confundirse con ese carisma natural -más bien, cogorza del ego- como el que tuvo Jesús Gil, y que se alimenta del desprecio hacia la inteligencia de los demás, aunque vaya enmascarada en adulación. El liderazgo del que habló Giulani, y que él mismo demostró tener tras el atentado contra las Torres Gemelas, tiene sus pilares en todo lo contrario a la egolatría de los histriones. Hitler no fue un líder, sino un gran hipnotizador. Líderes fueron Luther King y Santa Teresa. El líder puede fracasar en una empresa profesional o en unas elecciones, pero nunca pierde la batalla de la conciencia, de la individual y de la colectiva, porque su reto no es sólo el triunfo en algo concreto sino algo más, y ese algo más es su fuerza secreta. La persona y su capacidad de compartir y transmitir valores sigue siendo el gran motor para todos los proyectos. Por ello, el verdadero liderazgo sigue intacto en el fracaso. Más aún, es entonces cuando revela su luz más verdadera, el don de mantener la majestad en la tormenta. Señorío tanto en los logros como en los reveses.