Diario de León
León

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LAS FOTOGRAFÍAS de etarras sonrientes en los juzgados son otra prueba más de la complejidad ética que impregnará el diálogo con la organización terrorista. En algunos de ellos, no sólo falta el arrepentimiento, ni siquiera hay referentes humanos. Son espejos del mal. Es inútil buscar en sus actitudes fogonazos de un vocabulario ético universal. Hasta de aquel horror que fue nuestra guerra civil se puede decir que en ambos bandos hubo dignidad y valores. Nada de eso se puede esgrimir de los etarras. Todo lo más, intuyes un retorcido instinto primario hacia la propia camada, como puede sentirlo el mafioso a quien le gusta sentar a su hija en sus rodillas, tras una jornada de asesinatos. Están tan convencidos de lo suyo que no les afecta el dolor causado, pero como dijo Wilde lo importante no es tener ideales, sino cuáles son. La grandeza de nuestros valores está ahí, en la razón y en la verdad que nos asiste. El Estado de Derecho debe intentar ese diálogo, que no puede tener otro fundamento que el intento de convencer al monstruo que deje de serlo, algo que no será fácil. Pobre País Vasco, como un día estuvieran gobernados por esa gentuza. La gran discrepancia entre socialistas y populares es un lastre muy preocupante. Por supuesto, no creo, como argumentó José Blanco, que si las negociaciones fracasan se deba al posicionamiento del PP, pero tampoco puedo aceptar una descalificación de Zapatero basada en un inexistente entreguismo a los terroristas. Aplico el sentido común: el enemigo de mis valores es Eta, no dos partidos integrados por hombres y mujeres comprometidos con la paz, y que lloran con las mismas lágrimas a sus caídos.

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