España

ME CONFIRMAN que la venta de libros ha sido pésima esta última temporada (de septiembre a junio) el mismo día en que mi editor, muy enfadado, me echa en cara que por tercer año consecutivo no he escrito ningún libro (como la mamá o el papá quejándose de que su niño no le come o no le saca buenas notas). Lo cierto es que sólo de entrar en una librería se me quitan las ganas: miles y miles de novedades (reediciones incluidas) unas contra otras, vuelven loco al librero, al lector y al escritor mismo. Yo misma, afamada lectora, no tengo ganas de leer casi nada de lo que se publica. ¿Por qué, entonces, alguien iba a tener ganas de leer lo que yo escriba? Claro está que una cosa es mi opinión y otra esa maquinaria editorial que como ha perdido el rumbo necesita quien le escriba cualquier bodrio por si resultara ser un salvavidas. Esa minoría selecta con mayoría de imbéciles, como dice E. Vila-Matas, sigue creyendo que sacar el país del analfabetismo y entrar en la alta cultura fue coser y cantar. En cambio la inmensa minoría de la mayoría sabemos que la verdad de nuestro país vive en esas almas que se desviven por saber, minuto a minuto, qué le pasa a una cantaora, ahora que su hombre está en la cárcel. He pasado una semana entera dándome una bien aprovechada sesión de eso que llaman cultura popular. La verdad es que no tendría mayor importancia si no fuera que nuestra TVE1, en esos programillas que llama «corazones», ha dado durante mañana tarde y noche, un espectáculo vergonzoso levantando candorosa lástima por un funcionario delincuente acusado de robar miles de millones de un ayuntamiento y por su sospechosa amante. Recomiendo a los que, subvencionados o no, analicen qué es España, miren por los menos esos programas tan poco inocentes que pasa TVE y que no se justifican ni con la publicidad que aportan.