Virutas de roble

UN SEÑOR de Marbella, por fortuna en el trullo, ha pasado, en diez años, de cobrar el paro a ser la cuarta fortuna de España. El serio, el decente, resulta una antigualla, actitud de tonto, de persona incapaz de pegar el pelotazo y cobrar en negro, hábitos que hasta hace poco, en la piel de toro recia y pobre, sirvieron para que te llamasen ladrón (o ratero, si tus hurtos eran pequeños) por una sociedad mayoritariamente honrada. Los nuevos ricos del cemento -Sandokán, Don Roca Presunto Chorizo, El Pocero y otros famosos que llegan a presidentes del Real Madrid-; la patulea de políticos adictos a la comisión dineraria en recalificaciones, contratas y otros chollos; los marioscondes, gilitos, afinsos y tiburones del Mar de la Hacienda Burlada, hacen su agosto todo el año. Corren tiempos en los que desconozco por qué se impone el halago, y la envidia, hacia estos mafiosos faltos de ética. Me encanta la presunción de inocencia en el juzgado, pero rechazo que sea patente de corso para tantos robaperas cuyas cuentas ocultas suben en un día más que Pereiro de pedaleo por el Galibier. El último grito de la rapiña ha llegado a los honestos viñedos. Cuando quieres beber un vino bueno, te gastas la tela en un crianza, ese tinto criado al mimo de la barrica de roble y unos años de reposo bodeguero. Me conformo con un rioja, cariñena o toro, pues soy tan rata (mi bolsillo no da para más) que aún no he trasegado Vega Sicilia, ni tampoco el Petrus bordelés de mil euros la botella que empinaban la jarca de golfos que arrasaron las arcas del ayuntamiento más famoso de la Costa del Sol, también apodada Costa de los Milagros. Pues bien, vayan pensando en el nuevo crianza: caldo peleón, tintorro de cosechero, obligado a bañarse en cuba de plástico llena de viruta y serrín de roble. A tomar por el riau barrica, reposo y seriedad bodeguera. Total: ¿qué más da robar diez euros por botella a clientes tontolabas? La jauja bananera pudre al Estado español.