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Publicado por
MIGUEL A. VARELA
León

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EL CONFLICTO en Próximo Oriente se ha convertido por méritos propios en el principal proveedor informativo de un tiempo vacacional en el que los periódicos adelgazan para entrar en el bikini. De la lectura atenta de la información sobre la guerra en Líbano sorprende, en primer lugar, el descorazonador espectáculo en el que dirigentes políticos, periodistas e intelectuales del más variado pelaje, lejos de plantear sus argumentos en la búsqueda inmediata del cese de las hostilidades y en puntos de encuentro «se lanzan a defender a quienes consideran los suyos en esta refriega -escribía estos días José María Ridao- como si se tratase de hacer apuestas en un espectáculo de gladiadores». Las historias, como los guisados, precisan de adobos, aseguraba el maestro Cunqueiro. La historia de un conflicto vivo desde hace décadas y compuesto de una compleja masa de primitivismo, etnicismo, territorialidad y religión es despachado muy a menudo con declaraciones u opiniones carentes del más mínimo adobo, que parecen guiadas más por reflejos ideológicos un tanto primarios que por la paciente reflexión con todos los ingredientes a mano. Las primeras declaraciones de los principales partidos de este país fueron buen ejemplo de ello: el seguidismo cerril de la inoperante estrategia norteamericana en la zona por parte de la derecha no encontró mejores argumentos en la torpe visión maniquea del conflicto de algunos desafortunados portavoces de la izquierda, empeñados en hacer de esta historia un western en el que pacíficos rancheros se enfrentan a crueles pistoleros a sueldo que matan niños por placer. Adobando un poco más los ingredientes del conflicto quizá nos acercaríamos a un material más cercano a la realidad.

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