Diario de León
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FEDERICO ABASCAL
León

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MIEDO GLOBAL. Por si no fuera poco el terrorismo ecológico que está calcinando gran parte de los bosques gallegos, convertidos en hogueras dantescas, Londres elevó ayer de madrugada su alerta antiterrorista al nivel crítico, el más alto, tras haber desarticulado una maquinación urdida para que explotaran al menos diez aviones en vuelo del Reino Unido a Norteamérica. Dada la apariencia siniestra de este plan terrorista, la alarma se ha encendido más vivamente en Gran Bretaña y Estados Unidos que en la Unión Europea, aunque los aeropuertos franceses, como el resto de los europeos occidentales, extremaran desde el primer momento sus medidas de seguridad y el Gobierno de De Villepin celebrase una mini-reunión de gabinete para analizar la situación. La información sobre estos proyectos de asesinatos en masa produce ya en las sociedades una sensación de peligro latente, y cuando Scotland Yard y el Gobierno británico obligan a que el equipaje de mano se facture, como las grandes maletas, una sensación de vulnerabilidad afecta al viajero, que sólo puede verse acompañado de sus tarjetas de crédito y su documento de identificación. Hacía meses que los servicios británicos de inteligencia trabajaban en esta operación antiterrorista, en estrecha relación con centros policiales de buen número de países, y si decidieron iniciar en la madrugada del jueves las detenciones sólo fue, según Scotland Yard, porque la investigación había llegado a un punto crítico y se imponía la desarticulación inmediata del plan, con vistas a la seguridad de los ciudadanos. Tony Blair, de vacaciones en el Caribe, y el presidente Bush mantuvieron frecuentes conversaciones telefónicas sobre este asunto, y el Gobierno estadounidense adelantó la teoría, sin garantizarla, de que Al Qaeda está detrás de esta maquinación terrorista. Veintiuna detenciones realizó la policía británica en las primeras doce horas de la operación desmantelamiento, y no ha sorprendido, tras la tristísima experiencia de 7-J, que los detenidos o una mayoría de ellos sean de origen británico. Como en el suburbio francés, en las universidades británicas abundan estudiantes que viven sus raíces originarias por encima de la nacionalidad adquirida. Hijos, nietos o biznietos de inmigrantes de Argelia, que fue provincia francesa, se sienten en París más argelinos que franceses, e hijos o nietos de inmigrantes de Pakistán pueden sentirse en Oxford más musulmanes que racionalistas europeos. Habrá que irse habituando a vivir peligrosamente, si una amenaza de la otra civilización, a la que vemos en la misma calle pero al otro lado de la acera, nos envía terroristas, y nos dejamos asustar. Mejor que asustarse, sin embargo, sería admitir que existe un peligro, aritméticamente desdeñable, con el que puede convivirse sin sentir miedo, o controlándolo.

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