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FABIÁN ESTAPÉ
León

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CONSTITUYE UN MOTIVO sólido de satisfacción comprobar no sólo la existencia sino el buen funcionamiento de una de las instituciones clave en la vida moderna. Me estoy refiriendo al Hospital. No siempre el carácter necesario de una máxima institución sanitaria va acompañado de la voluntad de desarrollo que se registra en el citado centro. La noción misma de que la sanidad tenga el alcance general a todos los ciudadanos en España tiene una fecha de nacimiento, no de caducidad; tiene su arranque en la política del primer Gobierno socialista sobre sanidad, impulsada por el que fuera ministro de Sanidad y Consumo, Ernest Lluch, el mismo que sería vilmente asesinado cuando regresaba de exponer su lección día a día en la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Barcelona. Lo recuerdo hoy cuando un gran número de instalaciones sanitarias en León y su provincia conserva la placa metálica que recuerda su estancia fructífera en estas tierras. He querido recordar a Ernest lluch cuando expuso al Congreso de los Diputados la Ley General de Sanidad porque entonces, como sucede ahora, no faltaban filibusteros que acusaban a Ernesto Lluch por presentar a aprobación en el Congreso una ley que venía a ser una fiel copia de la Nacional Health Service Británica. Lluch no se molestó lo más mínimo, consciente de la labor realizada, dijo: «Una vez estudiadas todas las leyes de sanidad de la Comunidad Económica Europea, había piado por seguir las pautas de la británica». Algo tendrá la Ley aprobada que actualmente permanece incólume tanto si gobiernan las gaviotas como los puños y las rosas. El Hospital de León está cumpliendo sus objetivos. Desde un punto de vista general, proporciona una atención de calidad que va más lejos de León, el alfoz y todas sus pedanías. También como sucede en otras comunidades autónomas punteras atrae pacientes de otros horizontes, y es que la existencia de una oferta de calidad actúa en otro sentido como en «efecto llamada», mutatis mutandis. He podido comprobar la alta exigencia que cumplen todos los elementos humanos que dan vida al Hospital de León, la puesta al día de todos los servicios y también la existencia de un espiritu de emulación, con dotes elevados de buen humor y de respeto mutuo, y sobre todo de respeto al paciente. Cuando una institución se desarrolla en estos derroteros, la ciudad, el núcleo de este León tan maltratado por una política cegata, se encuentra dotado de un factor de estimulo; León por fin, tiene algunas instituciones ejemplares sobre las que edificar la fe en el futuro que ojala sea próximo. La historia de nuestros pueblos, y la del pueblo leonés también, se apoya y depende del vigor de sus instituciones. Guarden en la memoria que el Hospital de León es uno de esos que pilares tan necesarios.

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