Diario de León
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FEDERICO ABASCAL
León

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EN POLÍTICA se intenta que los errores de un Gobierno se vean borrados por los del Gobierno siguiente, y así procurarán los populares que la magnitud del fuego en este verano de Galicia entierre el destrozo económico y ecológico del Prestige . Y aún más. Como la nueva legislación exige que el envío de tropas al extranjero tenga refrendo parlamentario, el PP insiste en que la participación de los soldados españoles en la fuerza de interposición al Sur de Líbano sea aprobada en un pleno legislativo, con asistencia del presidente Zapatero, y no en la Diputación permanente, a la que el jefe del Gobierno se vería precisado a acudir. Porque se trata en el fondo de que la figura de un Zapatero promotor del envió a Líbano de 800 soldados oculte la imagen del Aznar que envió la mitad de esos hombres al Irak recién invadido por Bush. Las imágenes suelen ser persuasivas, y el pie de foto que diferenciaría la de Aznar patrocinando la guerra preventiva desde Las Azores y la de Zapatero «arrimando el hombre» a la tarea de pacificación en Oriente Próximo sería demasiado largo para ser leído. Es, pues, lógico que el PP insista en que Zapatero defienda en el Congreso la conveniencia de que militares españoles formen parte de la fuerza de interposición internacional que separe en el Líbano al ejército israelí y a los terroristas de Hezbolá. Esa fuerza de interposición ni tendrá fácil su tarea ni garantizada totalmente su seguridad, por lo que la misión ya ha sido calificada de peligrosa por el ministro español de Defensa. Y Zapatero deberá responsabilizarse personalmente de su decisión, por muy apoyada que se vea. Zapatero y Aznar. Aznar y Zapatero. El Prestige y los incendios de este agosto en Galicia. La guerra de Irak y la interposición pacificadora al Sur de Líbano. La hombría del PP frente a los nacionalismos y la rendición del Gobierno socialista ante ETA, según acusación popular no rectificada, aunque tampoco insistida. Pero en cuanto las fotografías de la Nasa o las mediciones de un agrimensor estimen el número de hectáreas calcinadas en Galicia, surgirá candente el asunto de la trama. Unos atacarían la futilidad de las pruebas, dada esa cierta debilidad de las meramente indiciarias, para acusar a los dos gobiernos socialistas, el coaligado de Santiago de Compostela y el de La Moncloa, de toda suerte de incapacidades. La línea de la ofensiva popular se ha ido esbozando a medida que avanzaban los incendios, como multiplicados por una reproducción asistida. Y cuando ayer sobrevolaba el presidente Pérez Toruriño las hectáreas de ceniza, superados ya los momentos álgidos, se le ocurrió decir más tarde a la prensa que «hay que seguir alerta, la guardia levantada, hay que seguir ahí». Algo más dijo, por supuesto, pero el tono de sus declaraciones parecía ceniciento, como el paisaje.

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