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Publicado por
YASHMINA SHAWKI
León

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NEGRO sobre negro y, sobre éste, más negro. Y, entre tanto negro, algo de esperanza: caballos y vacas salvajes vagando sin rumbo en pos de una hierba inexistente. Llevábamos más de una semana saliendo de casa sólo lo imprescindible: el ambiente contaminado, la constante lluvia de ceniza y el penetrante olor a humo, como a casi todos los gallegos, nos quitaron las ganas de disfrutar de las vacaciones. Amaneció con la sensación de que la catástrofe nos daba una tregua, ya que el cielo parecía más limpio y en el aire ya no pesaba tanto el olor a chamusquina así que, nos aventuramos por el sur de la provincia de Pontevedra. Pero, a pesar de la buena intención resultó imposible superar la desolación al ver los riscos pelados y los montes arrasados casi por completo. ¿Qué motiva a un incendiario a privar de vida las zonas verdes, pulmones imprescindibles? Sea lo que sea, ya pueden sentirse satisfechos, han conseguido lo que parecía imposible: unirnos a todos en un sentimiento de tristeza, impotencia, desolación y, sobre todo, de una responsabilidad culpable por no haberlo evitado. Responsabilidad por las plantaciones desmesuradas de eucaliptos y pinos y los montes sin desbrozar con matojos a la altura de la rodilla que prenden con gran facilidad; por los vertederos incontrolados, por la edificación de viviendas al lado de los bosques, por el abandono del medio rural, por la falta de prevención, el revanchismo, el efecto contagio, las ansias de notoriedad, la permisividad. Además de los incendiarios, todos somos un poco culpables. Sólo queda aprender de esta gravísima catástrofe, concienciarnos de que la naturaleza es realmente nuestro único patrimonio, aplicar condenas ejemplares y elaborar y aplicar una política forestal que proteja y mantenga limpios nuestros montes. Verde sobre negro.

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