Quiero saber por qué

LO RECONOZCO. Nos habéis vencido. Habéis arruinado nuestra estética y nuestra ética: porque os odiamos profundamente, con asco. Habéis maltratado nuestro turismo, nuestra economía, nuestra salud. He visto llorar a los niños, de miedo. A los mayores, de dolor. A hombres y mujeres enloquecidos, desesperados. Pero no sois nadie. No pertenecéis al pueblo, ni a esa entelequia que llaman democracia, que es su gobierno: el del pueblo. Vuestros objetivos se han cumplido. Os odio, canallas (aunque quisiera emplear otro sustantivo: más definitorio). Disfruto, pese a todo, sabiendo quién sois. Mirando en el periódico vuestra fotografía. Observo vuestros rostros igual que las caras de narcotraficantes, asesinos, maltratadores... aunque de vosotros poco sabemos. Apenas conocemos lo que hay detrás de vuestras mechas y fuegos: ¿quemáis por odio, por dinero, por demencia? Yo quiero saber quién sois y dónde estábais. Quiero saber por qué quemasteis, con saña, premeditación y alevosía, mi tierra. Se habla últimamente de las causas: enfermos que se excitan con el fuego, especuladores que especulan con maderas y territorios, gentes descuidadas, individuos que pretenden mantener la atención policial en otros frentes. Incluso hay quien habla, y se habla mucho, de móviles políticos. Yo no puedo creer esta argumentación. Fundamentalmente porque soy un iluso que cree en la democracia, y la alternancia de gobiernos, el progreso y el debate de ideas: la pugna limpia por el poder. Espero que ni uno de los miles de incendios de mi tierra, ni uno, haya sido provocado por pendencias políticas. Porque de ser así juro que me voy y no regreso. A mi pueblo. Ese que, en democracia, manda.