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Publicado por
ROBERTO BLANCO VALDÉS
León

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O MEJOR, «nada nuevo bajo la nube púrpura de agosto» que, incendio tras incendio, ha cubierto gran parte de los cielos del país, porque el sol, en realidad, ha hecho, por decirlo así, mutis por el fuego. ¿Nada nuevo? No, desde luego, en la táctica política a través de la cual los gobernantes, responsables por definición de la gestión de toda crisis que exija su respuesta, han decidido quitarse de encima cualquier culpa en la más grave tragedia de la reciente historia de Galicia: la táctica que se traduce en cargar esa culpa al adversario. Así, y por más que los dirigentes del Partido Popular se escandalicen ahora por las cada vez menos veladas acusaciones que se les dirigen como incitadores de una supuesta trama organizada para acabar, mediante el fuego, con la actual Xunta de Galicia del cambio, lo cierto es que la intolerable política consistente en acusar, sin prueba alguna, al adversario de estar detrás del fuego no la han inventado ni los actuales ministros de Medio Ambiente o Interior, ni los escritores gallegos que han decidido poner su pluma al servicio de esa política con el mismo convencimiento con el que no hace tanto la criticaban sin cuartel cuando gobernaba Manuel Fraga. Algunos, sin embargo, creemos ahora, como lo creímos antes, que la decencia democrática tiene otras exigencias. A finales de agosto del año 1998 el presidente Manuel Fraga, que hacía frente a una durísima ola de incendios, dijo textualmente: «Nadie del PP ha provocado directamente o indirectamente un incendio, a ver si los demás pueden decir lo mismo». Escribí entonces, el 1 de septiembre, que tales palabras equivalían a «acusar al Bloque Nacionalista Galego y al Partido Socialista de Galicia de estar de algún modo tras los fuegos». Y añadí: «Es esa una imputación tan extraordinariamente grave, que quien la hace debiera aportar pruebas de inmediato: de lo contrario: ¿cómo no creer que se trata sólo de una forma irresponsable de escurrir el bulto de los miles de hectáreas de monte calcinadas que le tocan?». Esas palabras tienen hoy, creo, plena validez. Pues es tan grave la especulación de que el Partido Popular podría estar detrás de la actual ola de incendios como lo fue en su día la que acusaba al Bloque Nacionalista Galego y al Partido Socialista. Tanto que los ciudadanos tenemos derecho a exigir una de estas cosas: que, si no hay pruebas, cesen de inmediato todas las especulaciones oficiales y se desautorice oficialmente cualquier otra; o que, si hay pruebas de cargo, se pongan en manos del fiscal sin dilación para que lo sepamos y que el Partido Popular, como ocurre en un Estado de derecho, pueda defenderse. Cualquier otra forma de actuar sería hoy, como lo fue con Manuel Fraga en el Gobierno, un sucio juego de ventaja.

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