Diario de León
Publicado por
VÍCTOR MORO
León

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CON LOS RESCOLDOS todavía humeantes y sin la zozobra angustiosa de las llamas que amenazaron viviendas rurales y provocaron muertes lamentables, es llegado el momento de volver a empezar, de encarar el presente, de recoger enseñanzas, de atajar limitaciones, de reconocer posibles errores y de fomentar un clima de solidaridad y compromiso colectivo sin banderías estériles o imputaciones infundadas, tras las que generalmente se ocultan dotaciones insuficientes, posiciones partidarias o justificaciones políticas tan ridículas como inadmisibles: ni bandas organizadas, ni selectividad incendiaria, ni precariedad sociocultural. Pura y simplemente abandono lamentable, medios precarios y ausencia de una auténtica política forestal de prevención. Los montes gallegos arden cualquiera que sea el color de su gobierno. Hoy podemos concluir que la atención a Galicia por los distintos gobiernos centrales en situaciones de emergencia corre pareja tanto en visitas gubernamentales como en promesas que hasta ahora siempre fueron incumplidas. Del fragor del Prestige sólo prevalece un manoseado Plan Galicia que unos dejaron sobre el papel y otros ahora desarrollan con recortes, desgana y lentitud. De los fuegos arrolladores, entre la humareda que brota de la tierra calcinada, surgirán también planes y compromisos oportunistas que discutirán acaloradamente los partidos, para concluir debilitados sin el consenso y la unidad de acción necesaria, terminando en Madrid sometidos a la directriz de su cúpula partidaria. Los políticos no pueden producirse al margen de la sociedad que dicen representar. Ocupa a nuestras autoridades resarcir en lo posible los daños sufridos en viviendas, instalaciones, cultivos y montes. Pero con ser urgente la evaluación material de la catástrofe no lo es menos el análisis de nuestra precaria política forestal de ayer y de hoy y, sin levantar mano, con participación de la sociedad gallega representativa y de técnicos independientes, y muy especialmente de municipios y parroquias, considerar un protocolo de actuaciones, un inventario de medios disponibles y unas pautas a seguir para su desarrollo parlamentario con dotación presupuestaria suficiente. El problema es tan importante para Galicia que no puede dejarse exclusivamente en manos partidarias, pues moriría entre la hojarasca de la retórica vacía e inoperante que padecemos. Como era de temer, las refriegas parlamentarias del momento apuntan a descargar sobre el adversario las causas de la catástrofe. La historia se repite aunque desde distinta posición. Los acusadores de ayer son los imputados de hoy que se devuelven, en polémica estéril, la pelota negra de la catástrofe, entonces negra del Prestige y ahora negra de los montes y cultivos abrasados. ¡Siempre la negra sombra que no nos abandona!

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