BURRO AMENAZADO
La hoguera gallega
SI ESPAÑA es golfa y trincona, Galicia también. La enorme fogata gallega, la chamusquina de verde convertido en carbonilla, sean las 77.000 hectáreas que vocea Emilio Pérez Touriño, presidente de la Xunta, o las 173.000 que declaran los Rajoy, Feijoo y Zaplana, produce hondísima vergüenza y pena y demuestra que somos una sociedad rapaz. Hay lógicamente ciertos factores estructurales, secuela del cambio climático: veranos que, desde la boca del Miño a Ribadeo, se envuelven en calorina y sequía; vientos del nordeste que espantan las nubes y hacen de pinos, eucaliptos y matorral de urces un polvorín. Sumen el elemento humano: varios hijoputas que encienden mechas y a los que pondría a apagar el incendio con una manguera, y detrás un hombre honrado, de escopeta cargada, para impedir que se fuguen. En aquellos pagos, el monte comunal es raro frente al monte privado, minifundio en el que domina la idea de que el dueño actúa como le viene en gana, sea darle lumbre para «limpiarlo», dejarlo hecho un espesar impenetrable, jungla en la que no se esfuerza e desbrozarla, o plantar eucalipto y pino donde antes sus abuelos tenían un prado, unos grelos o un rodal de castaños y robles. El nieto, amigo de la pela, asesorado por forestales voceros del lucro rápido, planta el eucalipto o el pino de Monterrey y manda a tablones y leña al roble carvallo, símbolo de las fragas gallegas, sólo atento al afán pesetero: «Dicen que una hectárea de eucaliptos renta 350 euros anuales, y la de pinos 375 euros de chollo. Vamos a forrarnos, Maruxiña». Cuando el presidente de la Asociación Forestal de Galicia, voz de dos mil propietarios de montes, afirma que han perdido un tercio (10.000 hectáreas) de las plantaciones que poseen, y reclama más fondos públicos para plantar sobre las cenizas nuevos pinos y eucaliptos, disiento de su idea. Es hora de que vuelvan a Galicia millones de arbolitos de robles, castaños, abedules, arces, fresnos y laureles, que auspicien montes de conservación, foco de paisaje, agua, bosque y biodiversidad.