Cerrar
Publicado por
FERNANDO DE ARVIZU
León

Creado:

Actualizado:

HACE YA TIEMPO que prometí escribir sobre ese grande y aún casi desconocido país. Incluso un lector me lo ha recordado, así que vanos con el artículo, aunque que será al menos dos. Treinta años atrás, el politólogo francés Alain Peyrefitte escribió un libro memorable que ha resultado profético: «Cuando China despierte». Fue profético porque cuando lo escribió en los 70, China estaba cerrada como una ostra, Mao detentaba el poder y lo ejercía, y los europeos -aún más los españoles- sabíamos poco o nada de las cosas que habían pasado o pasaban allí. Que se trataba de un régimen comunista, que había habido persecuciones contra los católicos y que los chinos cada vez eran más. Poco más o menos, ahí acababa todo. Pero tras la muerte de Mao y en el plazo de apenas veinte años, de un modo paulatino e invariable, China ha iniciado un crecimiento que está asombrando a las grandes potencias occidentales, que hoy ya tienen que tratar con este país como una de los más poderosos del mundo. Hora es ya, por tanto de reflexionar sobre cómo se ha llegado a esto y cuál puede ser la previsible evolución en el futuro. Me apoyaré en lo que he visto personalmente para explicar algunas cosas y en la información conocida por todos para las demás. En primer lugar, está la evolución política. El país sigue siendo una dictadura de partido único, pero ya sin un líder carismático que personifique el país, el poder y la ideología: eso se acabó con Mao y para bien. No obstante, los partidos políticos y las elecciones, en suma los pilares de la democracia occidental, están fuera del sistema. El PC chino tiene una preponderancia que nadie discute, ni hoy por hoy quiere discutir. La apertura no habría podido llegar sin el esfuerzo que se ha hecho en favor del idioma y que, en parte, fue obra del propio Mao. En China se hablan multitud de dialectos, dependiendo de las diferentes etnias. Pero la televisión, los periódicos, la administración y la escuela solamente usan el chino mandarín, que es el tradicional en la administración imperial. Esto era necesario como elemento de unificación y como medio para facilitar la comunicación entre el gobierno central y los cargos delegados. En este contexto, la escritura era un arte -con sus diferentes caligrafías- reservado a los mandarines, esto es: a los funcionarios de la administración imperial. Mao, que era bibliotecario, fue el que impulsó una simplificación de la escritura -no fue la única en la Historia china-, aligerando de rasgos los caracteres o ideogramas, escribiendo de izquierda a derecha y usando los signos de puntuación occidentales. El chino elemental requiere el conocimiento de unos 2.200 caracteres, siendo necesarios unos 9.000 para leer un libro, no digamos ya para leer a los clásicos. Yo he visto escribir en chino al ordenador con un teclado estándar y es algo que deja pasmado. Pero aún hay más: hoy el chino se puede escribir con alfabeto latino, respetando algunas variantes fonéticas e incorporando los signos que indican las cuatro tonalidades silábicas del chino mandarín. Es la escritura llamada «pinyn», que ha permitido adaptar el lenguaje informático a la escritura y conectarse a Internet. Ahí comenzó todo.