CON VIENTO FRESCO
El regreso de la «umma»
HIZBULÁ LEVANTA la bandera de la victoria sobre un montón de ruinas. La zona sur del Líbano, feudo de estas milicias chiitas, sometida a intensos bombardeos por la aviación israelí, es una tierra devastada, con decenas de edificios arruinados, carreteras cortadas, puentes destruidos. Tras la tregua impuesta por las Naciones Unidas, sus habitantes regresan a lo que un día fueron sus hogares. Hizbulá ofrece 10.000 dólares a cada familia para sobrevivir y restaurar sus viviendas. ¿De dónde obtiene una milicia armada esos cuantiosos recursos económicos?. Algunos de sus líderes responden que del quinto o jums que paga todo fiel musulmán y de las limonas o zakat , una de las cinco obligaciones que impone el islám a sus seguidores; es decir, de la comunidad musulmana o umma (como si nosotros dijéramos la cristiandad). Pero lo cierto es que todo ese dinero y sus gastos militares lo financian varios países que, desde hace treinta años, vienen ayudando a los grupos religiosos más extremistas y dogmáticos. Durante los últimos siglos el papel del islám decreció considerablemente en el interés de los intelectuales de los países musulmanes e incluso en buena parte del pueblo. Frente al islám, dos ideologías cobraron un poderosos impulso a comienzos del siglo XX: el nacionalismo y el socialismo; ambas actuaron como factores disolventes de las creencias religiosas. La desmembración del imperio turco tras la primera guerra mundial, llevó a Atatürk, el padre de la patria, a una revolución nacionalista que impuso en Turquía un estado laico y prooccidental, al entender que era mirando hacia Europa como aquel país podría modernizarse. Este ejemplo, sazonado con un socialismo populista, se extendería por el resto del viejo imperio y por otros países musulmanes, rompiendo la umma y favoreciendo la creación de estados que frente a aquélla, propiciaron el nacimiento de naciones: libaneses, sirios, iraquíes, palestinos, egipcios, tunecinos, argelinos, etcétera. Ese proceso de aggiornamiento ideológico, panacea y revulsivo para la modernización, chocó con grupos minoritarios, entre los que surgieron teóricos que reivindicaban los valores tradicionales del islám y defendían una vuelta a los orígenes. El primero fue el de los Hermanos Musulmanes, sunnita, creado a finales de los años veinte en Egipto por Hasan el Banna y cuyo principal teórico sería Sayyid Qotb. Este movimiento sufriría tal persecución por Nasser que estuvo a punto de desaparecer. Poco después en Pakistán, el chiita Mawdudi creaba un partido político, la jama'at-e-islami, con el objetivo de tomar el poder y crear un estado islámico que aplicara la sharia o ley islámica. Para él todos los nacionalismos eran impíos, sobre los europeos; por ello predicaba una islamización completa de la sociedad. En ambos casos, por la represión o la falta de votos, su influencia fue muy limitada. Todo cambiaría con la crisis del petróleo a partir de 1973. Millones de petrodólares llegaron desde la Arabia wahabita hacia estos grupos integristas, con los que alcanzaron una creciente influencia, primero social (creando escuelas, hospitales...), y luego política. El nacionalismo y el socialismo han fracasado como panacea en el mundo musulmán dejando un rastro de frustración y resentimiento. Por el contrario, estos grupos intransigentes (como los Hermanos Musulmanes, Hizbulá, al-Qaeda, y otros) que predican la yihad, la sharia y la vuelta a la umma o comunidad islámica atraen el interés de los resentidos y fracasados. Esta semana se publicaba una encuesta entre musulmanes europeos, es decir con nacionalidad inglesa, española, francesa, según la cual para el 70 u 80% de ellos la identidad islámica prevalece sobre la pertenencia a una comunidad nacional. Por ejemplo en el Reino Unido esa proporción es del 81% frentea al 7%, y en España el 69% se siente musulmán y sólo el 3% español. Luego algunos se extrañan de que estos musulamnes atenten contra sus teóricos connacionales. 1397124194