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Publicado por
X. ÁLVAREZ CORBACHO
León

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ESPAÑA ES UN PAÍS dinámico, abierto, sometido en la actualidad, como otros países, a cambios profundos y diversos. Entre esos cambios destacan los que provoca y justifica la globalización dentro del sector público. Estos nuevos comportamientos y ajustes afectan a la dimensión de las administraciones y empresas públicas, a la dinámica del gasto social, a la equidad de los sistemas tributarios y a la gestión de los servicios. En lo que atañe al sistema tributario y gestión de servicios públicos, se pueden subrayar cuatro efectos vinculados al proceso globalizador: a) por razones de competencia fiscal, se llevan a cabo reducciones crecientes en la imposición sobre las rentas y ganancias de capital, así como en el impuesto de sociedades, reducciones que se compensan en parte ampliando la presión tributaria sobre las rentas del trabajo (salarios); b) esos menores recursos también se compensan incrementando la imposición sobre el consumo y ampliando los instrumentos financieros basados en el principio del beneficio (tasas, cánones, precios, etc.); c) pese a todo ello, los ingresos consolidados del sector público español en los últimos años se redujeron en términos relativos (% del PIB), lo que unido al equilibrio presupuestario, exigido por normas europeas y españolas, se produce una efectiva reducción del gasto y del protagonismo institucional público; d) se extienden también las privatizaciones, justificadas casi siempre por razones de eficiencia, sobre ámbitos diversos: ventas de elementos patrimoniales, ventas de empresas públicas y ampliación de la gestión privada en numerosos servicios públicos. O sea, que vivimos en sociedades desarrolladas donde el declive de la justicia fiscal es evidente. Considerar la globalización como mero fenómeno de interdependencia a escala mundial es aceptar, sin crítica previa, las consecuencias de la competencia fiscal, la deslocalización de empresas y los paraísos negros. Pero aceptar la competencia fiscal sobre el ahorro y la inversión en mercados financieros extensos, es reducir la tributación sobre rentas y ganancias de capital. Y reducir la fiscalidad sobre rentas y ganancias de capital, frente al resto de ingresos y rendimientos, es dañar profundamente las bases de la equidad horizontal. Los gobiernos dicen que su fiscalidad está inspirada en principios de eficiencia y equidad, pero ellos saben que no es verdad. La ortodoxia económica, más sofisticada, llama a estos cambios «reordenar prioridades y juicios de valor para construir sociedades modernas». Samir Amin insiste que la globalización deriva de la lógica capitalista actual y por tanto no debe considerarse como proceso independiente a la naturaleza de los sistemas sociales vigentes.

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