Diario de León

EN BLANCO

Repúblicas hereditarias

Publicado por
PEDRO GONZÁLEZ TREVIJANO
León

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DESDE SIEMPRE, las repúblicas se han definido -frente a las monarquías- por su carácter esencialmente electivo. Hasta el punto de haberse producido su identificación con la idea de democracia y con el ejercicio ciudadano participativo en el poder político. Pero hete aquí que los regímenes totalitarios han terminado por mutar, como nos lo ha confirmado la cesión de poderes de Fidel Castro a su hermano Raúl, los rasgos republicanos más estructurales. Aunque parezca mentira, el siglo XXI, asumiendo una mala herencia del extinto XX, ¡ha institucionalizado las repúblicas hereditarias! Pongamos si no un ejemplo por continente: Libia, en África; Corea del Norte, en Asia, y Cuba, en América. De momento, y esperemos no regresar a las andadas, Europa mantiene sus repúblicas electivas, mientras Oceanía, con una democracia anglosajona firmemente arraigada, no ha sufrido en su joven historia semejantes desvaríos. Hablábamos, en primer lugar, de Libia, un país que, tras el golpe militar de jóvenes oficiales en septiembre de 1969, puso fin a la monarquía, instaurando en su lugar un Consejo Revolucionario dirigido por el Coronel Moamar Gadafi. Y en donde -¡así todo queda en familia!- el régimen dictatorial pretende asegurar su sucesión en los hijos del déspota, sin importar las profesiones, pues de todo hay en la variada prole del coronel: políticos, pintores, futbolistas y empresarios de la comunicación. Igualmente perverso es lo que acontece en el esperpéntico sistema político de Corea del Norte. Una república encabezada desde 1948 hasta 1994 por Kim Il Sung, el fundador de su aciaga dinastía. Y a partir de entonces, por su megalómano hijo Kim Jong Il. El precio, el de siempre: la degradación de la política y la miseria de su población. Y ahora regresa a la palestra la República de Cuba, donde el incombustible dictador hace cesión familiar del poder revolucionario a su hermano menor Raúl. Todo un ejemplo de socialismo democrático y autogestionario. ¡Para qué molestarse en auspiciar una transición hacia formas de gobierno libres y participativas y devolver la soberanía al pueblo! No extraña pues que el perenne Fidel invista a su hermano con todos los predicamentos de su poder caribeño: lo designa primer secretario del Partido Comunista, pues antes éste era sólo el segundo; presidente del Consejo de Estado y del Gobierno, ya que con anterioridad solamente disfrutaba de la condición de vicepresidente primero, y comandante en jefe de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, respecto de las que detentaba ya su Ministerio de Defensa. No hay duda. Como adoctrina el artículo 350 de la vigente Constitución cubana, de 1976, «La familia es la célula fundamental de la sociedad». ¡Y si no, que se lo digan a los Castro! En fin, unos regímenes, y unos gobernantes, que recuerdan a nuestra monarquía visigótica. Aunque tales personajes, ni son reyes ni visigodos, ni estamos en la Edad Media. ¿No se habrán enterado? Parece, por lo que hacen, que no; mientras sí les son aplicables las estremecedores palabras de Narváez: «Puedo perdonar a mis enemigos porque no los tengo. Los he fusilado a todos».

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