Los kurdos, agredidos

A LOS ÚLTIMOS ataques del Ejército iraní a enclaves kurdos del norte de Irak en la zona montañosa de Qandil -donde supuestamente se refugian los guerrilleros de Irán-, en los que han muerto, al menos, dos civiles, se unen los mensajes que los Gobiernos de Ankara y Teherán advirtiendo de que no tolerarán el apoyo a los peshmergas que allí se refugian, a los que consideran terroristas. Sucede esto cuando se inicia el juicio a Sadam Huseín por el genocidio kurdo que tuvo lugar en los años ochenta. Sólo entre 1987 y 1988, durante la campaña de Anfal, en la que destacó el aniquilamiento del pueblo de Halabja mediante la utilización de armas químicas, se calcula que el Gobierno de Sadam acabó con la vida de, al menos, 100.000 kurdos. En contra del compromiso de 1921 de creación de un Estado kurdo, el Kurdistán fue repartido, sin ninguna consideración para los millones de personas de una etnia y con una lengua, una cultura y una tradición indoeuropeas completamente diferenciadas de las de sus países de adscripción forzosa. Su ubicación estratégica, su riqueza hidrológica, al ser origen de las cuencas de los ríos Tigris y Éufrates; sus vastos recursos minerales, entre los que destaca el petróleo, y la fertilidad de sus tierras han hecho del Kurdistán objeto de saqueo. Sin embargo, el espíritu indómito de los kurdos, hoy en día casi 40 millones, ha dificultado, sino imposibilitado, el éxito de las políticas de asimilación y aniquilación. La próspera región autónoma del Kurdistán de Irak es la demostración de la naturaleza esencialmente pacífica, progresista y trabajadora de los kurdos, lo que desmonta la imagen de pueblo salvaje y cruel que Turquía e Irán han intentado mantener para justificar sus constantes agresiones.