Diario de León
Publicado por
CÉSAR ALONSO DE LOS RÍOS
León

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LAS PROCLAMAS del ministro Caldera sobre la receptividad del Gobierno español en cuanto a la inmigración han tenido un éxito abrumador. Ahí está la prueba: diariamente entran a centenares por tierra, mar y aire. Vienen de tres continentes. La emigración más conmovedora es la subsahariana. La menos conflictiva, por otra parte. Los cayucos cargados de senegaleses y las pateras desbordantes de marroquíes formarán parte de la iconografía del comienzo de este siglo como lo fueron los barcos que transportaban en el primer tercio del siglo XX a los europeos que soñaban con la estatua de la Libertad. Sólo que esto es peor. Aquí no les espera Brooklyn, y sus padrinos no inspirarán a ningún Coppola. Los más cultos y progres quizá puedan quedarse satisfechos con el discurso del multiculturalismo. La consecuencia más grave que ha tenido la regularización de emigrantes ha sido la creación de la trampa en la que han caído estos centenares de miles de emigrantes -¿cuántos al final?- que vienen soñando con los papeles en regla y la incorporación fácil al mundo del trabajo. En definitiva, los socialistas resolvieron su buena conciencia de izquierdas con unas medidas coyunturales y propagandísticas que ahora tienen que pagar con sangre, sudor y lágrimas los emigrantes. Seducidos y abandonados. La otra parte afectada por el efecto llamada que produjo la política solidaria de Jesús Caldera ha sido, obviamente, la sociedad española. La entrada descontrolada de emigrantes, la condena de una buena parte de estos al mercado negro, la formación de ghettos y de mafias... está originando un malestar colectivo tan fuerte que está llegando a estos de alarma social. De hecho los sondeos sitúan el problema de la emigración como la preocupación máxima de los ciudadanos en estos momentos: superior al terrorismo. Si José Luis Rodríguez Zapatero tuviera ganas de frenar el proceso y resolver de forma racional lo que ya tenemos entre las manos, tendría que ir a la creación de un Gabinete de crisis con participación de las comunidades autónomas. Pero teme perder la cara. La Unión Europea no se salva de este reparto de damnificados por el Gobierno de Zapatero. Resulta irónico que los miembros de la UE tengan que pagar el electoralismo de un partido que se enfrentó a los principios comunitarios. ¿Saben ahora los funcionarios de Bruselas que los expertos demoscópicos del PSOE están haciendo cálculos sobre los beneficios electorales que podría tener el PSOE en las próximas municipales y autonómicas la incorporación al censo electoral de dos millones de emigrantes? Caldera habría hecho el mayor de los servicios al partido. El final del cuento está cantado. La derecha paga los platos que rompe la izquierda en aras de su buena conciencia... y del aseguramiento del poder. La fidelidad a los principios le lleva al PSOE en política internacional a acostarse con Chavez, Evo Morales y Castro; en el campo ecológico a la guerra a las nucleares; en el mercado, a la antiglobalización; en la moral, a las bodas gay, y en la emigración, a la receptividad indiscriminada.

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