Diario de León
Publicado por
FEDERICO FERNÁNDEZ BUJÁN
León

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HE ESTADO en Santiago. En la Catedral concelebraban sacerdotes de cinco nacionalidades. Se leyó, durante diez minutos, una lista de los peregrinos presentes. Allí se pudo oír: tres polacos desde Pamplona, dos noruegos desde Astorga, cuatro argentinos desde Jaca, etcétera. La universalidad era evidente. Debe ser consciente de lo que atesora. La expresión «el Camino» es evocadora como pocas. Recrea un mundo por descubrir. El hombre es caminante y a su compás la vida también camina. El Camino de Santiago es camino por excelencia. Ningún lugar sagrado de ninguna religión tiene un camino tan arraigado histórica y culturalmente. Ninguna meta de peregrinación está tan presente a lo largo de su camino. Al hacerse Santiago presente en cada etapa, al estar en cualquier tramo aleteando su espíritu, el peregrino puede hacer el Camino desde León a O Cebreiro incluso sin intención de llegar a Compostela. Así, mientras que Roma es sólo destino, Santiago también es Camino. El Camino es una escuela de vida. En sus vivencias indelebles surgen espontáneos: la solidaridad frente al individualismo; la conversación frente a la incomunicación; el mundo interior frente a la disipación; la austeridad frente al consumismo; el espíritu abierto frente al localismo; la simplicidad frente a la complejidad; la personalidad frente al mimetismo; el sacrificio frente al hedonismo. Así, en el Camino se convierte en natural: compartir como forma de vivir; conocer a otro y aprender a conocerse a sí mismo; prescindir de lo superfluo; convivir con gentes de toda cultura y condición. Sólo así se explica que después de andar ocho horas diarias, dormir en un saco en el suelo, ducharse con agua fría y tener los pies llenos de ampollas, los peregrinos, cuando se encuentran, sigan deseándose: «Buen camino».

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