EL MIRADOR
Felipe en el Irán negociador
EL PASADO JUNIO recibió Felipe González una invitaci ón del ministerio iraní de Asuntos Exteriores para entrevistarse con las más altas autoridades de Teherán, pero el ex presidente español aplazó su visita hasta finales de agosto, tal vez porque en ese momento coincidía el vencimiento del plazo de las Naciones Unidas a Irán, sobre enriquecimiento de uranio, y la habitual impaciencia de la Casa Blanca en estos casos. No ha sido el primer viaje de González a Teherán, pues ya fue a la capital iraní hace dos años, antes de las elecciones que han elevado a la presidencia a Mahmud Ahmadineyad. Entonces como ahora se ha entrevistado con el presidente, miembros del Gobierno y autoridades político/religiosas, aunque tal vez la conversación más aclaratoria la haya mantenido esta vez con el negociador internacional. Como cualquier observador, percibe González en las autoridades de Teherán una actitud de rechazo a toda injerencia externa en asuntos iraníes, lo cual es común tanto en las llamadas grandes potencias como en los países menores y de arraigado nacionalismo, religioso en este caso. Pero al mismo tiempo, y por contactos mantenidos frecuentemente con autoridades de Irán, incluso en el Ministerio español de Asuntos Exteriores, González comprueba un interés iraní por no cerrar vías internaciones de diálogo. Felipe González se mueve por el mundo con una libertad que se ve sólo limitada por la lealtad a su propio país, y a quienes lo gobiernan, sin mirar ideologías, y así ha informado de su reciente viaje a Teherán a Moratinos y a La Moncloa, como en el pasado abril, y antes de ir a Nueva York para entrevistarse con Condoleezza Rice y hasta con Negroponte, habló largo y tendido con el secretario de Estado de Exteriores, Bernardino León. La entrevista de González en abril con Condoleezza Rice no habría pasado desapercibida en Teherán, como no pasará desaparecido obviamente su reciente viaje a Irán a la mirada de la Casa Blanca, fija en el enriquecimiento iraní del uranio. Probablemente hable González en esta ocasión con Zapatero y, o bien directamente o a través de Asuntos Exteriores, con la señora Rice, porque en Irán no ha perdido González el tiempo, ni las autoridades iraníes que se han entrevistado con él, porque se ha tratado de abrir alguna vía de mediación que libere a Irán de los apercibimientos de Bush, y a Bush, de los rebotes iraníes. Y convendría señalar, como se recordaba ayer en el entorno de Felipe González, que en un régimen inspirado en el fundamentalismo religioso, la religión, su libro sagrado y sus leyes merecen un detenido estudio. Veríamos así que las leyes islámicas prohíben que el Islam fabrique o tenga bombas atómicas. Es lícita la cara de sorpresa.