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Publicado por
FERNANDO ONEGA
León

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¿CUÁNTOS MUERTOS hacen falta para que España y Europa vean que la inmigración ilegal afecta a todos? Esta pregunta de Adán Martín, presidente del gobierno canario, cayó ayer sobre la conciencia de este país. Era la voz de angustia de un gobernante que ve llegar a sus costas a centenares de seres humanos; la llamada de un hombre que cuenta unas víctimas que son enterradas sin una ceremonia de despedida; la petición de socorro del responsable de un territorio donde ya no cabe un inmigrante más, pero los cayucos siguen llegando, sin nada que anuncie un descenso de la insoportable presión. No habrá respuesta a su pregunta. Lo más triste de la situación es que Europa se desentiende del drama. O bien porque tiene sus presupuestos ya comprometidos, o bien porque le quiere hacer pagar a nuestro gobierno el proceso de regularización hecho a sus espaldas, Bruselas se desentiende, no promete nada, no es su problema. A Bruselas le interesa mucho más vigilar las maniobras políticas en torno a la opa de E.ON sobre Endesa que el drama humano de los hambrientos del cayuco o la invasión que sufre uno de sus socios. ¿Y España? Algo está cambiando. La vicepresidenta Fernández de la Vega hizo su discurso más duro ante los embajadores. Prometió frenar la riada. Aseguró que el destino de los ilegales es abandonar España «más tarde o más temprano». Enterró, por tanto, la política del «buenismo» y fue la cara de un gobierno que abandona su papel de onegé y habla un lenguaje de autoridad. Pero, ay, no fue creída. No puede haber crédito, cuando se sabe que es imposible frenar un cayuco en el mar, y se ha demostrado imposible la política de repatriaciones. La voz de la vicepresidenta se quedó así como un «quiero y no puedo», un deseo, más que un propósito de gobierno. Pero hay algo peor: el drama de la inmigración ya se ha convertido en pieza de ataque partidista. La oposición ha descubierto que es una de las partes más débiles de la gestión de Zapatero. Toda la opinión publicada que se opuso al proceso de regularización aprovecha esta crisis para pasarle factura al gobierno y hacerse con la razón que entonces no tuvo. Y, como consecuencia de esta politización, las voces que más se oyen son las que jalean a la Europa sorda que no escucha nuestras demandas. Algunos debates en medios audiovisuales nos hacen preguntar dónde está el patriotismo, pues se alinean con esa Europa de los oídos tapados, con tal de causar un perjuicio electoral al socialismo. Adán Martín se pregunta cuántos cadáveres de inmigrantes hacen falta. También se podría preguntar cuántos cadáveres políticos se requieren para hacer un debate sosegado, serio, constructivo, no revanchista, sobre nuestro último drama nacional.

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