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Publicado por
FEDERICO FERNÁNDEZ DE BUJÁN
León

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ÉSTE debía ser el objetivo básico de toda legislación antitabaco y de toda campaña de concienciación, evitar que los jóvenes se incorporen al colectivo de fumadores. La estadística afirma lo contrario: mientras se reduce el número de adultos fumadores se mantiene el de adolescentes que se inician en este pernicioso hábito. La meta, arbitrada con medidas oportunas, quedaría exenta de todo debate que inexorablemente ha acompañado a la Ley. Los padres más fumadores del mundo desearían que sus hijos no lo fuesen. Los periódicos se han hecho eco de la siguiente noticia. El guitarrista de los Rolling Stones no ha sido multado por fumar en un concierto en Glasgow. Las autoridades escocesas han reconocido que no infringía la ley al hacerlo en un recinto al aire libre. Con la ley española hubiera pasado lo mismo. Sus prescripciones han sido prolijas en la descripción de los espacios en los que se prohíbe fumar. Sin embargo, no contiene una norma que prohíba fumar a cualquier persona que actúa o interviene frente al público. Keith Richard fuma en sus conciertos desde hace cuarenta años. En su defensa se dijo: «No hace mal a nadie sino a sí mismo». En la declaración se encierra un aserto incuestionable: el tabaco es causa directa de muerte. Lo que no es cierto es que sólo se cause mal a sí mismo. Su conducta es imitable por cientos de miles de fans. Lo mismo la de cualquier otro que tenga predicamento social. Ha entrado en vigor la obligación de acotar el espacio para fumadores en los locales públicos. La polémica está de nuevo servida. La campaña Ni uno más podría intentar terminar con esa cultura del tabaco. Es un ideal y, por ello, irrealizable. Pero ya se sabe, los ideales, como las estrellas, no los alcanzamos, pero sirven para descubrir el camino.

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