Lengua y daño social
El pasado día 29 de agosto, hojeaba el Diario de León a la vera del Cantábrico y me encontré con la esquela del padre Albano. Aunque ya sabía de su precario estado de salud, la noticia me dejó de hielo, como si una corriente de aire polar, procedente de los mares del Norte atravesara el Cantábrico y llegara hasta mí dejándome sin poder reaccionar. Y es que en mi vida, (como en la de mis compañeros), el padre Albado fue una de esas personas que influyó en mi formación desde los primeros años de bachillerato (o de latín, como se decía en aquel entonces) como profesor de Lengua y Literatura, cuidando nuestra «pluma» desde el principio y ayudándonos siempre a buscar la elegancia en la palabra hablada y escrita. Le recuerdo en el colegio de los padres Carmelitas de Valderas, compartiendo en los recreos con los alumnos diferentes deportes: Fútbol, pelota a mano, baloncesto, etcétera. Y también en los estudios, siempre dispuesto y solícito a la llamada de cualquier alumno que se enfrentaba ante cualquier duda. Era un hombre entregado a la docencia, pedagogo nato, con una extraordinaria didáctica, haciendo de sus clases un atractivo para sus alumnos. Sabía darlas un «toque» especial de amenidad y era capaz de ensartar una serie de pareados para sacar a todos a la pizarra «Como todo se arregla en este mundo/ ahora va a salir Segundo.// Para hacer un resumen decente, que salga nuestro Vicente// Y... para acabar la lección/ salga uno de León», (por citar algunos). Era, por otra parte, exigente, serio, equitativo y razonable. Poseía una vasta cultura. En más de una ocasión aparecían en este periódico artículos y trabajos sobre personajes históricos de León, sobre Santa Teresa, (de la cual era un gran estudioso y conocedor). También sacó a la luz algún libro como Leyendas leonesas. Ciertamente pasó la mayor parte de su vida entre Valderas y León como profesor y era corriente verle con paso marcial por las calles de la ciudad dirigiéndose a archivos y bibliotecas recabando datos e información. Todos cuantos le conocimos y tratamos disfrutábamos cuando le encontrábamos porque siempre tenía un espacio para el diálogo y siempre estaba dispuesto a ayudar en la preparación de un trabajo o incluso dirigir alguna excursión cultural. En la zona sur de la provincia era conocido y reconocido por todo cuanto escribió, investigó y trabajó. Tanto es así que el ayuntamiento de Sahagún le llamó algún año para que fuera el pregonero de sus fiestas. Para cuantos trabajamos en esta zona, era un privilegio el decir o comentar que habías sido alumno del padre Albano, porque las personas que se movían en el espacio cultural le conocían todas. Seguiría revelando una loa muy extensa, interminable sobre la vida tan fecunda y generosa del padre Albano, pero considero que los lectores de este artículo que le hayan conocido sabrán apreciar igual que yo, cuánto contribuyó este fraile carmelita, burgalés de nacimiento y leonés de adopción, (como él solía decir), a la extensión de la cultura, a ayudar a todos y ofrecerse desinteresadamente, sobre todo, en lo que respecta a la investigación histórica. Confío y espero que el padre Albano, desde las etéreas salas por donde se paseará ya con más calma y serenidad que lo hizo por la Tierra, (siempre andaba deprisa), nos seguirá ayudando con esa sonrisa entre burlona y bondadosa. Mi pluma continuaría desgranando anécdotas y recuerdos del padre Albano durante horas, pero el espacio es limitado y sólo deseo desde aquí dejar constancia de mi afecto, recuerdo agradable y agradecimiento perpetuo a este hombre que dio todo lo que era y sabía en beneficio de la cultura, la educación, el patrimonio y en definitiva de todos. ¡Hasta siempre, padre Albano! C. D. (León). Joxan (En el debate de diariodeleon.es).