Diario de León
León

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INDIGNACIÓN, asco, miedo, son las sensaciones que resumen las imágenes del etarra Bilbao Goikoetxea amenazando con «sacar la piel a tiras» y «pegarle siete tiros» al juez Garzón. Ni mentía, ni exageraba.  No hace falta realizar esfuerzos para imaginarse a qué  se dedicaría un tipo así en una guerra,  aunque algunos necesitan muy poco para que les envenenen el ego. Lo suyo nunca es ni será la batalla en el frente, sino el terror dirigido desde un  sótano, todo lo más  agazaparse en un callejón a esperar a que llegue la víctima.  ¿Pueden ser domesticados los monstruos? ¿La única forma de integrarlos en la sociedad será regalarles  puestos de trabajo oficiales,  adularlos con estatuas en las plazas,  permitir que sean citados  en  los libros de textos del País Vascos como héroes de la libertad?  ¡Si al menos fueran como esos personajes de Greene que se debaten entre el mal y los sentimientos de culpa, para terminar siendo instrumentos de la gracia!  Creo que la rehabilitación de un terrorista es posible, si realmente  lo desea y lo demuestra, pero aquí  nos enfrentamos a demasiadas décadas de manipulación victimista,  desde las instituciones vascas y en las propias familias. No sólo  se consideran distintos, también superiores; y esa es una enfermedad con muy difícil cura. Ha sido y es un envenenamiento diario, con irresponsables complacencias.  El crimen y la mentira necesitan de zonas tibias donde todo  es sí y no a la vez,  condena y disculpa. Ojalá la ira de Bilbao sea por saber que sus compañeros abogan hoy por vías no violentas, ojalá refleje  únicamente la rabia e impotencia de quien ya no tiene amo a quien obedecer, ni ejecuciones que cumplir.

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