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León

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El motivo de estas letras es para dar a conocer un hecho tan real como la vida misma. La razón de darlo a conocer es para evitar que se vuelva a repetir y que otra persona sea perjudicada gravemente. El día dos de julio de este año de gracia 2006, estando de vacaciones en un pueblo de la provincia de León, mi esposa se cayó, con tan mala fortuna que rompió una cadera. La ingresamos en la Clínica San Francisco de León para hacer el correspondiente tratamiento y aquí comenzó el calvario. El dos de julio fue domingo, el cuatro martes, acudió el traumatólogo con la intención de operarla. Entonces yo le pregunto en qué va a consistir la operación y me responde que va a hacer una implantación de una prótesis metálica. Yo le digo que tiene alergia a ciertos metales. Me pregunta cómo lo sé yo; y le contesto que le habían puesto una prótesis de níquel al operarla de oído y tuvieron que sacarla por la alergia. Entonces manda que le sirvan el desayuno hasta que le hagan las pruebas de alergia la doctora alergóloga. Hasta aquí correcto. Pero a partir de ahora empieza el calvario: La doctora alergóloga no fue a hacer las pruebas hasta la semana siguiente; por tanto ya habían transcurrido once días. (El resultado de dicha pruebas lo recibí en Valladolid el 31 de julio enviadas por carta ordinaria con fecha 24-7-06 y matasellos 28-7-06). En este intervalo transcurrido los médicos comienzan a cambiar de parecer y a lavarme el cerebro sin que yo alcanzara a comprender todo el fondo del asunto. Un día me dice un médico que la rotura está bien unida y que vaya pensando adquirir una silla de ruedas. Otro día me dicen que el hueso está muy bien colocado y que está soldando bien, al día siguiente me repiten lo mismo, añadiendo que no va a ser necesario operar. Pero cual no sería mi sorpresa cuando el viernes, día catorce, cuando va la alergóloga a decir el resultado de las pruebas, me dice que ha oído decir a los traumatólogos que van a dar el alta a mi esposa sin haberle hecho nada en absoluto, a parte de administrar Nolotil y dar de comer. Acto seguido bajo a Administración y me confirman el alta, apostillando el traumatólogo de guardia que no la operaban porque ya tenía setenta y seis años. Sin esperar un instante busco el teléfono del doctor García Alonso (Valladolid) y le cuento la historia y me contesta que la ingrese en el Sanatorio del Sagrado Corazón de Jesús de Valladolid que la opera el miércoles próximo. El miércoles, día diecinueve de julio la operó según lo programado, al día siguiente le quitaron las sondas, el viernes la sentaron, el domingo la pusieron a andar en muletas, el miércoles la dieron el alta y hoy día anda con muletas normalmente. Tanto es así que cuando le quitaron los puntos le dijeron que podía volver al pueblo de vacaciones. Me gustaría saber por qué no se quiere operar a los mayores. En este sentido sospecho que en León cunde esta idea: Hace cuatro años el hermano mío mayor, que siempre gozó de buena salud, ingresó en la Residencia de León porque de repente se le caían las cosas de las manos y no podía comer debido a una lesión de cervicales que según el traumatólogo no operaba porque tenía 80 años. Entonces una hija que trabaja en el Hospital de la Cruz Roja de Madrid lo llevó con ella y lo operaron en el Hospital Universitario de Madrid e incluso ha vuelto a andar en bicicleta. Yo asistí a la operación y pude oír del médico que si podía vivir con mejor calidad de vida medio o un año más, por qué no operarlo. ¡Buena filosofía profesional...! Jesús González Marcos (Valladolid ). Y llegó Alatriste. Hubo que hacer cola, mucha. Hubo personas que, como siempre, aprovechando el follón, se colaron. Hubo mucha paciencia e impaciencia, comentarios y amistades que sólo se hacen en estas circunstancias, rumores y cuando llegamos a la taquilla, sorpresa, no había ya entradas para la sesión de las nueve. «Lástima», pensé, pero cambiamos nuestros cupones por entradas para las cinco. ¡Qué pena!, nunca habíamos asistido a un estreno con protagonistas y en esta ocasión tampoco ocurriría. La película, bien en ambientación, música, interpretación y dirección. Nos gustó mucho. Salimos pensamos en quedarnos para por lo menos ver a los protagonistas, pero mi hija insistió en que no. « Mejor vamos para casa», dijo. Vivimos cerca del Hostal de San Marcos y de camino la comenté que podíamos acercarnos al mismo porque, a lo mejor, estaba allí algún actor. Todo lo que ocurrió a continuación fue espléndido. Había gente, no mucha, y apareció él, divino como siempre, amable como siempre y sencillo como nunca y al pasar a mi lado y comentarle que había estado genial en la película, se giró y estuvo hablando conmigo y con mu hija con apretón de manos incluído, como si nos conociéramos de toda la vida. Definitivamente llegó Viggo, más leonés que nunca y nos alegramos de no conseguir las entradas para las nueve. Charo Gutiérrez (León). Ezequiel (En la edición digital diariodeleon.es).

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