Diario de León

DESDE LA CORTE

Soldados para ver

Publicado por
FERNANDO ONEGA
León

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YA SE MAR CHARON los primeros soldados al Líbano. El Gobierno estaba tan seguro del «sí» del Congreso, que lo tenía todo preparado, buques, intendencia y presupuesto. Ahora sólo nos falta saber dos cosas: qué van a hacer exactamente allí y cuándo volverán. Planteo la duda de qué harán, porque nadie lo ha explicado. Como diría Rajoy, no van con el esparadrapo y las tiritas. Es dudoso que puedan ponerse a desarmar a Hizbulá, porque eso sería la guerra. Tampoco van a usar las armas de otra forma, al menos como primera intención. Y, que nosotros sepamos, tampoco tienen encomendado ningún trabajo de mediación. Van en esa definición diplomática de «fuerzas de interposición». Supongo que hay que traducir: estarán allí sólo para que se sepa que están, y disuadir así las tentaciones belicistas de Israel y del propio Líbano. Son soldados para ver. Nada más. ¿Y si estalla el conflicto? ¿Qué ocurre si, por cualquier chispa de las que saltan todos los días en Oriente Medio, Israel vuelve a sacar los tanques y renueva los bombardeos? Ese es el peligro en que piensan todos los que hablan de riesgos y no se atreven a enumerarlos. La previsión de ese momento es lo que faltó en la autorización que ha dado el Congreso de los Diputados: enviar un millar de soldados sin esclarecer las condiciones del retorno. A partir de esa laguna, todo temor es posible. Incluso el de vernos atrapados en una guerra que siempre es de incalculables consecuencias. La solución política ha sido la tan socorrida del «Dios proveerá». Dicho eso, lo mejor de la misión es que cuenta con el apoyo unánime del Parlamento, increíble cuando en sus escaños hay posiciones tan enfrentadas. Pero tan buena, que permite pensar que, aunque cambie el gobierno en 2.008, si las tropas siguen allí en esa fecha, no habrá una retirada política. Y lo peor, la discusión parlamentaria que rodeó la decisión. Ahí, la clase política que más decide ha mostrado su cara más débil. Por un lado, un Rodríguez Zapatero lleno de buenas palabras, que empieza a creer su papel de pacificador, no sólo del País Vasco, sino del mundo mundial. Por otro, un Rajoy sometido a las contradicciones de su difícil papel. Sus bases y electores le exigen un discurso duro, casi intransigente con Zapatero. Y lo hace, pero no lo puede mantener con los hechos. Su obligación de dirigente español le fuerza a dar el sí, mientras su boca está diciendo no. Su tarea de oposición le obliga a ser exigente, pero el realismo político no le permite seguir siendo el único que vota no en el Congreso de los Diputados. Y, en medio, la definición: ¿es una misión de paz como dice el gobierno? Ahí ya estamos en las sutilezas. Desde luego, no es una invasión. Ésa es la gran diferencia con Iraq.

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