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Publicado por
FEDERICO ABASCAL
León

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TODO EN LA POLÍTICA -y en la vida-tiene varias lecturas, y el apoyo de Mariano Rajoy al envío de fuerzas españolas de interposición al Sur de Líbano puede leerse como la denuncia de una supuesta ambigüedad o incoherencia («hipocresía» dijo el líder popular) en las argumentaciones de ZP sobre el asunto o, cambiando el color de los cristales, como el pago del barato a Aznar por quien, dentro del PP, se adentre en terrenos no bendecidos previamente por Faes sino, al contrario, más bien prohibidos. Al integrarse Rajoy al frente de su grupo parlamentario en la unanimidad legislativa que refrendó ante la participación española en la tarea de separar al ejército israelí de los terroristas de Hezbolá, la lectura más ambiciosa del hecho sugiere que el presidente del PP ha acotado su propio espacio político, distanciándose de Aznar y de sus terminales ideológicas y mediáticas. Rajoy debía actuar así por instinto de conservación, y el bloque duro en la dirección del partido también habría intuído que o votaban a favor de la decisión del Gobierno socialista, por mucho mohín de desagrado que hubiera mostrado Rajoy, o el PP se instalaba en una zona de nadie, volviendo la espalda a Europa e indirectamente a la Casa Blanca, por mucho que Bush finja desinterés por el problema de Líbano. Y quedó en el Congreso meridianamente claro que en el Sur de Líbano no va encontrar Aznar la justificación absolutoria de su actitud ante Irak. Patrocinar la invasión de un país, mediante una guerra preventiva, no es lo mismo que dejarse poner al cuello un pañuelito palestino cuando Hezbolá e Israel se miraban cara a cara, en dramático desafío. Y sugerir que la ONU tal vez debiera bombardear Líbano en nada se parece a intentar que un alto el fuego en la frontera libanesa-israelí dé tiempo a la diplomacia internacional para encontrar el tesoro de una paz, aunque inicialmente no fuera estable. Pero bueno ha sido, a ojos de la sociedad española, la unanimidad legislativa en un asunto muy delicado, y muy arriesgado, de nuestra política exterior. A corto plazo, y en el escenario español, la actitud de Rajoy, asunto estrictamente personal, y la del núcleo duro de Génova 13, que se debería tanto a la fidelidad que Aznar disfruta como a evitar que el partido pudiera entrar en vía muerta, anuncian un ligero juego de equilibrios en el PP, después de media legislatura larga en la que Faes, o lo que Faes representa, viniera desequilibrando cualquier movimiento que Rajoy ensayase por su cuenta. Cuando se produce en un partido una situación como la actual en el PP, nadie encuentra fácil dar marcha atrás, aunque sería bueno, ante un horizonte de nueve meses electorales, que en el organigrama popular pudiera mandar quien ostenta. aunque hasta ahora teóricamente, la responsabilidad del «Rajoy se libera de Aznar».