Escepticismo

OJALÁ el paradigma del escepticismo fuera Paulino Rivero, portavoz de Coalición Canaria en el Congreso. No cree que la vicepresidenta del Gobierno cumpla su compromiso de sacar del país, tarde o temprano, a todos los sin papeles. Si el escéptico por excelencia fuera él, dado el componente político del personaje y la dureza con que el problema está afectando al archipiélago, podríamos sentirnos un tanto aliviados. Lo cierto es que consultes a quien consultes, a mí, cuando menos, me sale una legión de escépticos. Incluso cuando a renglón seguido, el presidente Zapatero dice solemne, ante los embajadores de España, que no se va a consentir la inmigración ilegal. El caso es que el problema, más allá del catastrofismo del PP, se veía venir. Podíamos pensar que Europa fuera generosa, que todavía no lo ha sido, tanto en las ayudas al tercer mundo como para la defensa de la frontera sur de este conglomerado de viejas naciones. Lo que no cabía esperar es que la mayoría de los estados que ven complacidos cómo escapan hacia el viejo mundo esos sin papeles, o que cuando menos hacen la vista gorda, iban a colaborar a fondo a la primera intentona para recuperarlos. Eso no sería un acierto político, sería un milagro. Tardaremos en conocer otro aspecto con perfiles peligrosos: los miles de inmigrantes irregulares que pululan por España que, a juzgar por los hechos, van a seguir aumentando. El análisis de ese aspecto del problema será más complicado, porque aquí nadie va a mover un dedo que pueda incitar a otros a considerarle racista. No es dureza, sino complacencia, el primer hecho registrado después de la advertencia de la vicepresidenta: aumentar las plazas de acogida en la península. Y no parece sino ingenuidad montarle una campaña publicitaria a los senegaleses para decirles que éste no es el paraíso.